viernes, 28 de agosto de 2015

R.D.C. BÚFFALO

 
 
 
 
 
 
 

Mientras me doy una ducha rápida y me pongo cómoda, no dejo de pensar en la próxima reunión del club. Nerviosa y excitada por el simple hecho de haber recibido el sobre, enciendo el portátil y preparo el viaje. Reservo por internet un billete de avión en un vuelo regular que sale el viernes del aeropuerto JFK a las siete de la tarde. A continuación, busco un hotel próximo al aeropuerto internacional Búffalo-Niágara y también reservo una habitación. Una vez hechas las reservas, solo me queda esperar impaciente a que llegue el viernes.

Más tarde, acostada ya en la cama, no puedo dejar de pensar en la reunión anterior. ¿Veré a Hércules en Búffalo? Espero que si. No me importaría para nada nombrarlo mi mentor y que me enseñara los maravillosos placeres del sexo. Vuelvo a recrear en mi cabeza el magnífico polvo de mi inauguración en el club con él y me pongo muy, muy cachonda. «Si —pienso— Hércules sería un mentor de lo mas cualificado».

Lo siguiente que pienso, es en el atuendo que luciré el día señalado. Repaso mentalmente mi escaso vestuario sexy y no doy con ninguna prenda que me satisfaga, así que apunto en mi agenda mental la necesidad de ir de compras mañana en cuanto salga del trabajo. Rendida por haber tenido un día tremendamente agotador, y por no haber dormido nada la noche anterior, me duermo.

El jueves se me hace eterno y estresante. Eterno porque estoy demasiado ansiosa por salir de la oficina y estresante porque me paso el día intentando esquivar al capullo de mi jefe. No sé que mosca le habrá picado a este conmigo, pero empiezo a estar cansada de esta situación. Cada vez que levanto la vista del ordenador, lo encuentro mirándome. El muy cabrón no se corta ni un pelo y empiezo a sentirme inquieta. Ni siquiera entiendo porque coño me mira así. Si lo pillara mirando a Rebeca de esa forma, lo entendería, ella es alta, guapa, sexy… en cambio yo, soy todo lo contrario. Así que no, no me entra en la cabeza a que vienen ahora ese tipo de miraditas.

El viernes por la mañana, decido llevar el coche, así cuando salga del trabajo, no perderé tiempo en ir a buscarlo para ir al aeropuerto. Meto en el maletero el equipaje y mas feliz que una perdiz, me dirijo a la oficina. En cuanto pongo un pie en el despacho, el señor “soy un ogro”, requiere mi presencia en la sala de reuniones. «Solo tu presencia, Rebeca puede quedarse en el despacho». (Palabras textuales del jefe). ¡Pero que borde es el tío por Dios!

Resuelta a que mi buen humor no cambie por tener que verle la jeta tan temprano, entro en la sala de reuniones.

Buenos días señor Dempsey —saludo con una gran sonrisa.

Olivia… Parece que hoy estás de buen humor.

Siempre estoy de buen humor —respondo, y sin darle pie a que me diga nada tomo asiento frente a él.

Discrepo.

Vale —contesto como si no fuera conmigo la cosa y mientras me digo a mi misma una y otra vez: «No permitas que te joda el día, no permitas que te joda el día...» —Usted dirá…

Acaba de llegar este burofax de San Francisco, el pedido que se les envió el lunes, viene de vuelta...

¿De vuelta? ¿Por qué?

Si dejaras de interrumpirme cuando te hablo, te lo diría —me dedica tu típica mirada de “yo soy el manda más aquí y tu te callas”y, continua con la explicación—. Por lo visto hay varias prendas que tienen una tara…

¿Y han devuelto todo el pedido?

¡Deja de interrumpirme Olivia! —¡Mierda, parezco tonta joder!— En cuanto han visto el fallo en el pedido, ni siquiera se han molestado en mirar el resto. En cuanto llegue, quiero que lo compruebes y, lo soluciones ¿entendido?

Cuando dice que lo compruebe, ¿a qué se refiere exactamente?

Me refiero a que vayas a la planta de devoluciones, abras las cajas y compruebes prenda por prenda si hay algún fallo más… —¡Joder, ¿pero este tío se ha vuelto loco? ¿Cómo voy a comprobar prenda por prenda?

¿Me lo está diciendo en serio?

¿Tengo pinta de estar hablando en broma? —¡Maldito cabrón engreído y… y…! «Respira hondo Olivia —me digo—. No le des a este mamonazo la satisfacción de joderte el día, al menos no en su presencia».

No señor Dempsey, está clarísimo que usted no bromea nunca. ¿Algo más?

No, por el momento nada más. Cuando tengas solucionado lo de San Francisco, házmelo saber.

Si señor, lo haré —y con la mejor de mis sonrisas falsas, me voy.

Deduzco por la cara que pone Rebeca al verme entrar en el despacho, que como mínimo, me sale humo por las orejas.

¿Qué ha pasado? —Me pregunta acercándose a mi mesa.

Han devuelto el pedido que se envió esta semana a San Francisco porque en algunas prendas hay una tara, y el señor Dempsey, quiere que revise dicho pedido en cuanto llegue a la planta de devoluciones.

¿Todo el pedido? —Asiento—, ¡Joder que putada! Te ayudaré, así lo haremos más rápido.

Gracias, pero tu debes quedarte aquí por si él necesita algo. Les pediré a los chicos de devoluciones que me echen una mano.

¿Estás segura?

Si, no vaya a ser que encima nos ganemos una bronca porque el jefe no te encuentre aquí si te necesita.

Está bien, como quieras…

Voy a bajar para ver si ya ha llegado el pedido, cuanto antes me ponga con ello mejor. Me llevo el móvil por si necesitas algo ¿vale? —Rebeca me mira con cara de pena y asiente.

En cuanto llego abajo, la zona de pedidos y devoluciones es un auténtico caos. Hay un montón de cajas apiladas en una de las paredes. Miro el albarán que hay sobre una de ella y ¡bingo!, el puto pedido de San Francisco ya está aquí.

Con la ayuda de dos mozos de almacén, empiezo la ardua tarea de revisar las cajas una por una. Seis horas más tarde, termino de revisar la última caja. El fallo estaba en el pedido de las camisas, un manchurrón negro, cubría parte de las mangas. Lo que no entiendo es como ha podido pasar desapercibido algo así. Hablo con el encargado de la sección y descubro que una de las máquinas que se utiliza para teñir las telas, está estropeada. De ahí el maldito fallo que me ha tenido arrodillada revisando prendas seis horas. Con el problema resuelto, subo a mi despacho y preparo el informe para el señor Dempsey. Aliviada al ver que no está en su despacho, dejo el informe encima de su mesa y voy al baño a lavarme las manos y a adecentar un poco mi ropa que está llena de polvo. Cuando estoy terminando de recogerme el pelo en una perfecta cola de caballo, Rebeca entra y sonríe en cuanto me ve.

¿Ya has terminado?

Si, estaba poniéndome un poco decente. ¿Todo bien por aquí arriba?

Todo perfecto, el jefe se fue antes de la comida y se despidió hasta el lunes, así que… Oye Olivia, ya casi es la hora de salir, como es viernes algunos compañeros y yo, vamos a ir a tomar una cerveza al “Indiana” ¿te apuntas?

Te lo agradezco, pero tengo que coger un vuelo a las siete.

¿A donde vas?

A Búffalo —digo sin pensar.

¿A Búffalo? ¿Y qué se te ha perdido a ti allí?

Eh… Voy a visitar a unos amigos. Pasaré allí el fin de semana.

Genial, así podrás desconectar…

Esa es la idea Rebeca, olvidarme de todo un par de días.

Bueno, pues en cuanto salgas de aquí, ya sabes, pon tu mente en blanco y a disfrutar. El lunes ya me pondrás al día ¿eh?

Claro cuenta con ello —Sonrío. ¿Qué pensaría Rebeca de mi, si realmente le dijera lo que voy a hacer en Búffalo? ¡Alucinaría pepinillos de colores fijo! Me despido de ella y voy a recoger mis cosas. Estoy ansiosa por salir de aquí y empezar a pensar en el fin de semana que tengo por delante.

Por fin estoy en el avión, y por fin, respiro aliviada. Tenía pánico de que el señor Dempsey me llamara con algún encargo de última hora, y no saber que decirle. Ahora ya rumbo a Búffalo puedo respirar tranquila.

Las dos horas de vuelo pasan rápido. Una vez que desembarco, voy al “Hyatt Regency Búffalo”, el hotel donde he reservado habitación, hablo con la chica del mostrador y en cero coma estoy instalada. ¡Dios, estoy agotada! Me doy una ducha rápida, me pongo el pijama y meto en la cama. Me duermo en cuanto apoyo la cabeza en la almohada.

A la mañana siguiente, me despierto descansada y fresca como una lechuga. Como es la primera vez que estoy en Búffalo, decido hacer un poco de turismo, y así tener algo que contarle a Rebeca cuando la vea el lunes en la oficina. Me pongo unos vaqueros, una camiseta azul marino y me calzo mis bambas de bota favoritas. Como todavía es temprano, y ya que lo he pagado, desayuno en el restaurante del hotel. Cereales con yogurt griego y un café. Con el estómago lleno y un mapa de la ciudad en las manos que he cogido en recepción, salgo por la puerta del hotel dispuesta a explorar Búffalo durante unas horas.

La primera visita que hago, es al barrio Allentown. Según el mapa que me acompaña, es un barrio conocido por sus tiendas de antigüedades y por sus centros de exposición. Entro en una galería que anuncia una exposición de fotos titulada “El hombre en la mujer”. Curiosa, miro las paredes repletas de fotografías de mujeres convertidas en hombres, y me quedo alucinada. ¡Están geniales!

Después, entro en una casa de antigüedades y allí me compro un joyero pequeñito de madera que me cuesta un pastón. La verdad que hay cosas realmente preciosas, pero demasiado caras. Deambulo un poco más por el barrio y cuando miro el reloj veo pasmada que la mañana ha volado.

De regreso al hotel, no puedo evitar ponerme nerviosa al pensar que solo faltan unas pocas horas para meterme en la piel de “La reina de corazones”. ¿Qué me deparará la noche?

Estoy tumbada en la cama, con el portátil encendido y cotilleando en facebook cuando suena mi móvil. Extrañada porque no suele llamarme nadie los fines de semana lo cojo y al ver que la llamada es del jefe, me entra el caguele. ¿Qué hago? ¿Me hago la loca sin más y paso de responder? ¿Y si es algo importante? ¡Joder, mierda, joder!

Señor Dempsey… —contesto de mala gana.

¿Por qué has tardado tanto en contestar?

¿Qué quiere?

Necesito que vengas inmediatamente a la oficina y me ayudes a preparar la reunión para el lunes. Hay unos cuantos asuntos a tratar que no tengo muy claros —¿Qué? ¡Lo de este tío es increíble! ¡Se le ha ido la olla por completo! —¿Me estás oyendo? ¡Mueve tu culo y ven. Ahora! —¡¡Y una mierda!!

Respiro hondo, una, dos, tres, veinte veces antes de poder hablar…

Pues va a ser que no… —digo con regocijo.

¿Perdona?

Señor Dempsey, estoy fuera de la ciudad. Lo siento pero no podré ayudarlo. —En realidad, no lo siento en absoluto, todo lo contrario.

¡No te creo!

Ese no es mi problema señor…

¿Puedo saber donde cojones estas?

En Búffalo —digo con satisfacción.

¿Y qué coño haces en Búffalo?

No creo que sea de su incumbencia… Tengo vida propia ¿sabe? Tendrá que apañárselas usted solito. —¡Señor, lo que daría por verla la cara en estos momentos!

¡Si descubro que me estás engañando, te despediré sin ningún tipo de contemplación Olivia!

Vale. Hasta el lunes señor Dempsey — y reprimiendo una carcajada, cuelgo.

Este mamonazo se cree que estoy a su disposición las veinticuatro horas del día… ¡Dios que coraje!

Dos horas después, y totalmente olvidada mi conversación telefónica con el jefe, me miro en el espejo. ¡Joder, no parezco yo ni de coña! Llevo una falda lápiz en negro con un corpiño rojo precioso que me he comprado el jueves. Me he rizado el pelo con las tenacillas y me he maquillado. ¡Si me vieran los de la oficina, se caerían de culo!

Satisfecha con la imagen que me devuelve el espejo, me subo a los taconazos y, con la diminuta cartera en una mano y el antifaz en la otra, abandono la habitación.

Fuera está esperándome un taxi para llevarme a la reunión. Le doy la dirección al conductor y nos ponemos en marcha. Ahora, metida en el papel de “La reina de corazones”, estoy mas que dispuesta a comerme el mundo...







jueves, 20 de agosto de 2015

R.D.C. LA BECARIA

 
 
 
 
 
 
 
 
Al día siguiente cuando me despierto, sigo estando cabreada por lo sucedido la noche anterior en la oficina con el capullo de mi jefe, y encima saber que tengo que pasar prácticamente todo el día detrás de la becaria con todo el trabajo que tengo acumulado, me cabrea mucho más.
Paro en el starbucks que hay cerca del trabajo y espero la larga cola para coger un capuccino con canela y un donut relleno de crema para llevar. Con un poco de suerte, me dará tiempo a comerlo antes de que lleguen el resto de mis compañeros y el señor “soy un ogro”. Apenas le he dado un par de bocados al donut y unos sorbos a mi delicioso capuccino, cuando me llaman de recursos humanos para indicarme que la becaria está esperándome en recepción. De mala gana, aparto el resto de mi desayuno y me encamino al ascensor para bajar a buscarla.
Cuando llego a la planta baja y veo a la chica que está apoyada en el mostrador, casi se me salen los ojos de las órbitas. Tengo delante de mi, a una rubia despampanante, vestida con un mini traje de ejecutiva que parece que le va a estallar de un momento a otro. ¿Acaso cree que viene a un casting de stripers o que? Espero que por lo menos tenga más de una neurona por que si no…
Antes de acercarme a ella, no puedo evitar echar un vistazo a mi atuendo reflejado en el cristal de la ventana. ¡Joder, a su lado parezco Betty la fea!
Me aproximo a ella con una falsa sonrisa dibujada en mi rostro y me presento:
Buenos días, soy Olivia Murray, directora ejecutiva de “D&D”, tu debes de ser Rebeca Hamilton ¿verdad? —Asiente con una sonrisa radiante—. Bienvenida.
Gracias. Estoy un poco nerviosa. —Me confiesa mientras subimos en el ascensor.
Es normal que estés nerviosa, es tu primer día, pero no te preocupes, seguro que lo harás fenomenal. —¡Pero que falsa soy por Dios! ¿Se me habrá notado mucho? No lo parece, porque ella sigue sonriéndome como si nada así que… debo de ser buenísima mintiendo.
En cuanto salimos del ascensor y caminamos por el pasillo, varias cabezas se giran a nuestro paso. Todos siente curiosidad por saber quien es esa superwoman que me acompaña.
Cuando llegamos a la altura del despacho del señor Dempsey y del mío propio, me paro para presentarla oficialmente y así matar la curiosidad de estos cotillas.
Una vez hechas las presentaciones, entro en el despacho del señor Dempsey para que conozca a su nueva empleada y, a ésta casi se le caen las bragas al ver a nuestro apuesto jefe. «Cuando sepas lo cabrón que es —pienso—, no lo mirarás con esa cara de mema».
Jefe y empleada hablan durante unos minutos y para mi sorpresa, descubro que ya se conocían. Por lo visto, el padre de ésta es íntimo amigo del hermano mayor del jefe. ¡Menudo trifásico tiene la tía! Pasará a la lista negra en cuanto descubran que es una enchufadilla. ¡Pobrecilla, no me gustaría estar en su pellejo!
Durante el corto espacio de tiempo que pasamos en el despacho del jefe, él y yo apenas cruzamos unas miradas. Cada vez que lo miro, recuerdo lo que pasó anoche y me entran ganas de estrangularlo. Él en cambio, parece divertido, incluso más prepotente de lo habitual. Por mi bien, decido ignorarlo y prestar atención a lo que le está diciendo a Rebeca, que no es otra cosa que el típico discurso de un jefe a una empleada y que estoy más que harta de escuchar. Cuando por fin termina la diarrea verbal del señor Dempsey, me llevo a la nueva a mi despacho y nos ponemos manos a la obra. Para mi sorpresa, la tía pilla todo lo que le digo a la primera. Me fastidia reconocerlo, pero al final, va a resultar que es algo más que un cuerpo y una cara bonita.
A la hora de la comida, juntas vamos a la cocina de la oficina y ella, rápido entabla conversación con nuestros compañeros. Los observo anonadada hablar como si se conocieran de toda la vida cuando en realidad hace apenas unas horas que se conocen. Llevo cinco años en la empresa y creo recordar que nunca he mantenido una conversación más larga de diez minutos con alguno de ellos. ¡Al final van a tener razón al pensar que soy un bicho raro! ¿Por qué será que no me gusta relacionarme con la gente que trabaja conmigo? Desde luego, cada vez estoy más convencida de que soy rara de cojones.
Pasamos el resto de la tarde funcionando sin parar, y a la hora de irnos a casa, no tengo más remedio que felicitar a Rebeca por el gran trabajo realizado en su primer día, y cuando más tarde estoy tumbada en el sofá de mi casa, me siento fatal por haber pensado de ella lo peor. En realidad es una tía muy maja y muy trabajadora. ¡Qué mal está esto de juzgar a la gente sin conocerla! ¡Soy lo peor de lo peor! Solo el sonido del teléfono, consigue que deje de pensar que soy una auténtica bruja. Al mirar la pantalla del móvil, descubro con horror que es mi jefe el que llama. ¿Qué querrá éste a estas horas?
Señor Dempsey… —Contesto de mala gana.
Buenas noches Olivia, Se te ha olvidado firmar el informe de la becaria…
¡Mierda, he estado tan ocupada con Rebeca y con las entrevistas de los candidatos para la sección de ventas que olvidé por completo firmar el puto informe!
¿Sigues ahí Olivia?
Si señor… Lo siento pero es que…
No quiero oír tus disculpas, estoy en el portal. Abre la puerta —¿Qué? ¿Está aquí abajo? ¿En mi casa? ¡Ésto ya es el colmo! ¿Acaso es tan importante ese informe como para venir a mi casa a estas horas de la noche para que lo firme?— Abre la puerta Olivia.
Cuelgo el teléfono y me dirijo al portero automático para abrir. Mientras espero a que suba el ascensor, me acuerdo de toda su familia, incluidos todos sus antepasados. En cuanto oigo sus pasos acercándose a la puerta abro y antes de que él diga nada, soy yo la que habla.
¿Le parece normal presentarse en mi casa para que firme un informe? —¡Oh Dios, estoy tan cabreada que no sé si podré contenerme!
¿Por casualidad has olvidado con quién estás hablando? —¡Lo que me faltaba por oír!
¿Por casualidad se ha olvidado usted de que mi horario laboral ha terminado a las cinco? ¡Puesto que estoy en mi casa y no en la oficina y que he terminado mi turno hace algunas horas, puedo hablarle como me de la real gana!
Olivia, Olivia, Olivia… Ese carácter tuyo te va a traer problemas, yo que tú seguiría manteniéndolo oculto como has hecho hasta ahora…
¿Es una amenaza?
Digamos que más bien es una advertencia —achica los ojos y me mira de pies a cabeza.
¡Deme el puto informe para que lo firme y se largue de una vez! —¡O se larga o esto acaba tragicamente porque me lo cargo! ¡Cada día lo soporto menos!
Ay Olivia, al final acabaré despidiéndote por descarada y mal hablada, siempre creí que lo haría por tu ineptitud, pero este comportamiento tuyo, deja mucho que desear.
¿Sabe? ¡Me importa una mierda si me despide o no! —Le arranco el informe de las manos y se lo firmo mientras el me mira desde la puerta. Me pone los pelos de punta ver esa sonrisa tan arrogante pegada a su boca. ¿Qué estará pensando? ¿Qué cojones quiere de mi este pedante?
Le devuelvo el maldito informe y me dispongo a cerrale la puerta en las narices, pero él no me lo permite.
¿Te gustaría cenar conmigo una noche de estas? —¿Qué? ¿Se ha vuelto loco?— Contéstame.
Pues sinceramente, no. Usted sería la última persona del mundo con la que yo me iría a cenar.
Algún día, haré que te tragues esas palabras Olivia…
No lo creo. Buenas noches señor Dempsey —y sin más, cierro la puerta.
Paso la noche en vela preguntándome por qué ha cambiado tanto la actitud de mi jefe conmigo. Nunca en los cinco años que llevo trabajando para él ha hecho tal cosa. ¿Por qué ahora? ¿Realmente creé que soy una inepta y está buscando la manera de despedirme? Si ése fuera el caso, ¿por qué mantenerme en la empresa durante tanto tiempo?
Cansada de darle vueltas al coco y, en vista de que no puedo dormir, decido ponerme al día con papeleo atrasado.
Cuando llego a la oficina, Rebeca ya está allí tomándose un café y para mi asombro, encima de mi mesa, hay un capuccino con canela esperándome.
Buenos días —saluda sonriente—. Te he traído un café y estoy revisando los informes que me dijiste ayer.
Buenos días Rebeca, gracias por el café. Hoy lo necesito más que nunca.
Tienes mala cara, ¿no has dormido bien?
No he pegado ojo en toda la noche —digo reprimiendo un bostezo.
Lo siento…
¿Te puedes creer que el señor Dempsey se presento anoche en mi casa porque había olvidado firmar el informe de tu evaluación? —No sé porque se lo cuento, pero una vez que abro la boca no puedo parar de hablar—. Me llamó inepta y amenazó con despedirme porque fui borde con él —apoyo las manos en la cabeza y suspiro—. Va a conseguir volverme loca…
Yo no creo que seas inepta. Seguramente tuvo un mal día y lo pago contigo, no le des mas vueltas, no merece la pena.
Ojalá fuera tan fácil…
Nos tomamos los cafés mientras seguimos charlando. Nunca antes había tenido la necesidad de desahogarme con alguien, hasta ahora.
A la hora de la comida, pasamos de ir a la cocina, decidimos quedarnos las dos en el despacho para seguir hablando y conocernos mejor. Cuanto más se de ella, más me gusta, y estoy totalmente convencida de que llegaremos a ser grandes amigas. Por primera vez en cinco años, me siento cómoda hablando con una compañera de trabajo, y eso hace que me sienta bien.
Al finalizar la jornada, estoy agotada y con muchísimas ganas de llegar a casa, darme una ducha y dormir. Me despido de Rebeca en la calle y me voy.
Lo primero que hago al entrar, es mirar el buzón de correos. Sonrío de felicidad cuando dentro de éste veo el sobre dorado, lo que significa que este fin de semana, podré olvidarme durante unas horas del caos que reina en mi cabeza. Subo a casa y excitada abro el sobre. Próximo destino… “Búfalo”.



jueves, 6 de agosto de 2015

R.D.C. MANHATTAN




 


El domingo, después de tomarme un desayuno tardío, conduzco poco más de tres horas hasta casa. Vivo en Union Square, un barrio de Manhattan que me encanta por sus edificios arquitectónicos y por su gran variedad de tiendas. Pero la verdadera razón de que viva aquí, es que queda muy cerca de mi trabajo, y al ser un barrio universitario, me resultó muy fácil encontrar un apartamento de alquiler a buen precio.

En un principio, cuando llegué a la ciudad, estuve viviendo en un piso compartido con dos estudiantes. Pero la vida social tan ajetreada que éstas tenían, me hizo plantearme la posibilidad de alquilar algo por mi cuenta, y así lo hice. Ahora vivo sola, y estoy encantada de la vida.

Entro en casa y lo primero que hago es ponerme cómoda. Después deshago el mini equipaje del fin de semana y me repantingo en el sofá.

Hubiera jurado por mi forma de ser, que esta mañana al levantarme, estaría llena de remordimientos por haber follado con un desconocido y haber disfrutado de ello como nunca, pero para mi grata sorpresa, no ha sido así. Todo lo contrario, estoy deseando recibir un nuevo sobre para volver a ser la reina de corazones. Jamás pensé que inscribirme en el “Lust” me sentara tan bien. No soy una persona extrovertida, más bien todo lo contrario. De hecho en mis años de instituto, mis compañeros se reían de mi y me llamaban ratón de biblioteca, ya que allí era donde pasaba la mayor parte del tiempo, leyendo montones y montones de libros. Luego fui a la universidad y allí tampoco me solté demasiado la melena. Aún así, tuve un novio. Lo conocí una tarde lluviosa mientras estudiaba en la biblioteca, se llamaba Kevin. Él fue hasta entonces, mi gran amor y mi gran error. Con él, descubrí el sexo, y también la necesidad de sentirme querida por alguien. No estuvimos saliendo juntos mucho tiempo, ya que por error, escuché como hablaba con sus amigos y les pedía la pasta por haber ganado la apuesta. Había conseguido acostarse con el ratón de biblioteca y lo había enamorado. Muy típico de las películas de instituto americanas con final feliz. En mi caso, no fue así. Aquel mismo día rompí con él delante de sus amigos, por supuesto aproveché la ocasión para dejarlo en ridículo al decirle que tenía un pene microscópico y que si algún día de verdad quería satisfacer a una mujer, debería de hacer algo al respecto. Nunca más volví a saber de él. Tardé un tiempo en recuperarme, y el hecho de que hubieran jugado conmigo me hizo más fuerte, y también me hizo prometerme a mi misma, que jamás volvería a enamorarme. Y hasta el momento, he cumplido mi promesa.

Paso el resto del domingo escuchando música y viendo pelis antiguas en la televisión y por supuesto, rememorando el gran polvo de ayer. Nunca imaginé que dentro de mi hubiera una chica tan caliente y fogosa, y tan dispuesta a dejarse llevar por un desconocido. ¡Tengo muchísimas ganas de repetir…! Después de revivir un montón de veces el intenso encuentro sexual con Hércules, me quedo dormida.

Cuando a la mañana siguiente suena el despertador, me levanto de la cama de un brinco. Es increíble, pero tengo hasta ganas de ir a trabajar, además, el señor Dempsey hoy tiene una reunión en otra delegación de la empresa y probablemente no venga hasta la tarde, así que estaré solo toda la mañana. Tengo mucho trabajo que hacer, pero saber que él no estará rondando por allí me tranquiliza.

Como siempre que voy al trabajo, llevo un traje de falda y americana en color gris marengo, con camisa blanca y zapatos planos. Me miro en el espejo y sonrío, acabo de darme cuenta que desde el sábado, tengo una doble identidad. ¡Qué fuerte!

Entro en la oficina a las ocho y media en punto, paseo la mirada por los diferentes cubículos y veo que muchos de mis compañeros ya están por allí. Hoy, como el jefe no está, soy yo la que está al mando y eso me gusta. Con paso decidido y enérgico me encamino a mi despacho, que está justo al lado del de el señor Dempsey. Asomo la cabeza por la puerta del despacho de éste para asegurarme que no está y entro en el mío. Enciendo el ordenador y me pongo a funcionar.

Los lunes suelen ser bastante caóticos y éste, no podía ser menos… Me paso prácticamente toda la mañana sin levantar la mirada del ordenador y cuando llega la hora de la comida y salgo a comerme un bocata al bar de enfrente me siento agotada. Normalmente suelo llevarme la comida de casa, pero como ayer me dedique a holgazanear, no tengo más remedio que comer en el bar.

Le pido al chico de la barra un bocadillo de atún y queso y un té helado con limón para llevar y cuando estoy saliendo por la puerta, me doy de bruces contra mi jefe.

- ¡Joder Olivia, podías mirar por donde vas! -Me increpa cabreado.

- Lo… lo siento señor Dempsey, iba guardando la cartera en el bolso y no… -¡Mierda, este tío siempre consigue que tartamudeé cuando me dirijo a él! -Lo siento -vuelvo a repetir.

Me dirige su típica mirada de desdén y se hace a un lado para dejarme pasar. ¡Menudo capullo arrogante! Ahora voy a tener que aguantar su mal humor toda la tarde, ¡qué mala suerte la mía!

Subo a la oficina y me como el bocata en cero coma. El señor “soy un ogro” no tardará en hacer acto de presencia, y después del tropezón en el bar, no quiero que me pillé comiendo y me monte uno de sus números. Lo oigo entrar en su despacho y hablar por teléfono. Sigue cabreado, y cuando chisporrotea el intercomunicador que hay encima de mi mesa, me tiemblan hasta las lentillas que no llevo.

- Olivia, ven a mi despacho.

- Enseguida señor… -Le saco la lengua al aparatito de las narices y rezo un padre nuestro antes de llamar a su puerta.

- ¿Has enviado los pedidos de las telas esta mañana? -Me espeta en cuanto entro en su despacho.

- Si señor… También he hablado con la sección de ventas, me han pedido que le recordara que les urge que contrate personal, están saturados. -Asiente y refunfuña.

- ¿Qué haces ahí de pie? ¿Es qué tengo que pedirte que te sientes todos los días? -Bajo la mirada al suelo y contemplo mis zapatos. Este tío consigue hacer de mi una persona chiquitita. ¡El día que mi coraje decida hacer acto de presencia se va a cagar vivo! - ¿Es qué no me has oído? ¡Siéntate de una maldita vez! -Obedezco sin rechistar y me siento.

- ¿Qui… quiere que me encargue yo de entrevistar a los candidatos para la sección de ventas?

- ¡Pues claro que vas a encargarte tú, para eso te pago ¿no?!

- Cierto -contesto.

- Mañana empieza la becaria. Encargarte de enseñarle el funcionamiento de la empresa, que haga bien su trabajo depende ti Olivia.

¡Lo que me faltaba, pasarme todo el puto día detrás de una becaria…! En mi mente, aparece una imagen de mi pateándole el culo a este pedazo de capullo, y sonrío!

- ¿Qué te hace tanta gracia?

- Nada señor… -Saca una carpeta de un cajón y me la entrega.

- Aquí tienes los datos de los candidatos. Llámalos y cítalos para mañana.

- ¿Para mañana?

- Si, para mañana. ¿Te supone algún problema?

- Bueno… si mañana empieza la becaria y tengo que pasarme el día detrás de ella, no tendré tiempo para entrevistar a estas personas. ¿no cree? -Contesto de mala manera.

- ¿Me estás diciendo que no eres capaz de hacer tu trabajo?

- No señor, no ere eso lo que quería decir…

- ¡Pues entonces haz lo que te ordeno!

- Si señor, ¿algo más?

- No, eso es todo. -Me levanto y me dirijo a la puerta para irme- ¿Olivia? -Me dice antes de salir.

- ¿Si?

- Llama al restaurante “Food & Wine” y reserva mesa para dos esta noche a las nueve.

- ¿Algo más señor? -Le digo con retintín-. Me mira sorprendido por haber tenido la osadía de haberle contestado en ese tono. Para mi sorpresa, percibo que su boca se curva en una media sonrisa. ¿Está intentando sacarme de mis casillas a propósito?

- No, nada más. -Suena su teléfono y contesta al segundo.

¡Joder, que hartita me tiene el gilimemo éste! Me está buscando y el día que me encuentre… no le quedarán más ganas de volver a buscarme.

Una vez en mi despacho, respiro hondo varias veces para apaciguar mi rabia y continúo con mi trabajo. Cito a cuatro personas para entrevistarlas al día siguiente y hago una lista con las cosas que creo más importante para enseñarle a la becaria. El resto de la tarde pasa volando y gracias a Dios sin que el señor “soy un ogro” vuelva a molestarme.

A las cinco en punto salgo por la puerta de la oficina. De camino a casa me paro en un supermercado a comprar algunas cosas que necesito y de repente me doy cuenta de que no he llamado al restaurante para hacer la reserva de mi jefe. ¡Joder, menuda cabeza de chorlito la mía! Pago en la caja los artículos que he cogido y regreso por donde he venido.

En la oficina, todo está en silencio y las luces apagadas, señal de que todo el mundo se ha ido a casa. Entro en mi despacho y busco el teléfono del restaurante. Por suerte para mi, me hacen la reserva sin problema y respiro aliviada. Como se nota que es lunes, si esto me hubiera pasado a mediados de semana, no quiero ni pensar en el lío en el que me hubiera metido… Me giro para irme y me llevo el susto de mi vida. Mi jefe está apoyado en el quicio de la puerta contemplándome.

¡Joder, menuda pillada! ¿Y ahora qué le digo yo a éste? ¡Joder, joder, joder!

- ¿Puedo saber que demonios haces aquí? -Su apariencia es de absoluta calma, pero yo que lo conozco bien, sé que está a punto de ponerse a gritar como un energúmeno.

Estoy acojonada y sin saber que contestar. Paseo la mirada por mi mesa y, cojo la primera carpeta que veo.

- Se… se… - Maldito tartamudeo. Carraspeo para aclararme la garganta-, quería revisar en casa estas devoluciones y se me había olvidado coger la carpeta. Por eso estoy aquí.

- ¿Estás segura?

- Completamente -contesto demasiado rápido.

- Juraría haberte oído hablar por teléfono. -Mete las manos en los bolsillos y da unos pasos en mi dirección. Su cercanía me hace sentir incómoda-. ¿Hablabas por teléfono Olivia?

- No señor…

- Mientes… -Sisea. Su mirada escrutadora me tiene paralizada.

Se inclina apoyando las manos en la mesa, dejándome acorralada entre ésta y su cuerpo. Baja la cabeza y sus ojos quedan a la altura de los míos. Su mirada intensa, me provoca escalofríos. Se acerca un poco más, de manera que nuestras bocas quedan separadas por escasos milímetros. Noto su aliento cálido sobre mi cara. ¡Ay señor…! ¿Me va a besar?

Mi corazón palpita desenfrenado ante la idea de probar esos labios. ¿Pero qué coño estoy pensando? Sacudo la cabeza con fuerza para alejar de mi mente las imágenes de nuestras bocas saboreándose, y con determinación apoyo una mano en su pecho para alejarlo de mi.

- ¿Qué pasa Olivia, me tienes miedo?

- No… no señor…

- Vuelves a mentir…

- No… no miento señor. -De repente, suelta una carcajada burlona y se aleja.

¡Menudo cabrón, está riéndose de mi en mi propia cara! Hiperventilo por la rabia contenida y lo miro furiosa. Cuando está cerca de la puerta me mira.

- La próxima vez que te olvides de hacer tu trabajo, te despediré. -Sin más, sale de mi despacho cerrando la puerta tras de si.

¡Maldito hijo de su madre! ¿Pero que coño le he hecho yo a éste para que me busque de esta manera? ¡Señor, dame paciencia, porque como me des fuerza, me lo cargo!

Espero durante un rato para no volver a encontrarme con él y me voy a casa.