miércoles, 25 de noviembre de 2015

R.D.C. HASTA PRONTO

 
 
 
 
 
Que poco dura lo bueno ¿verdad? Acabo de decirle adiós a mi “pitufo gruñón” en el aeropuerto. Me he quedado hasta ver como el avión tomaba altura poniendo así una gran distancia entre mi amor y yo, me consuela pensar que en pocos días volveremos a estar juntos. O eso creo.
 
Este fin de semana con Daniel, ha sido increíble. Ha pasado volando, pero lo hemos disfrutado a tope, sobre todo en la cama, en la ducha, en la playa, en fin, en cada lugar donde nos ha apetecido. Que manera de darle alegría al cuerpo Macarena ¡por Dios! Fue un no parar todo el fin de semana, será por eso que tengo el cuerpo molido. Al final, hoy conseguí lo que me propuse, salir de la cama para lo estrictamente necesario, osea, ir al baño y poco más.
 
Hemos estado tan bien, y tan a gusto que todo me parece un sueño del que no quiero despertar ni de coña. Tengo serias dudas de como va a funcionar lo nuestro en Manhattan, en cuanto se corra el rumor que entre el jefe y yo hay algo más que una relación profesional, me veré en serios apuros, y más si Bruce anda por la oficina. Ya me ha quedado muy claro que clase de persona es, y no es para nada de mi agrado. Cada vez que pienso en lo que fue capaz de hacerle a su hermano, se me revuelven las tripas, si me lo hubiera hecho a mi, probablemente no volvería a mirarle a la cara en mi vida. Pero está claro que Daniel no piensa como yo, que en el fondo, tiene buen corazón, porque perdonar algo así, es digno de alabar.
 
Aunque estoy triste por la marcha de mi amor, estoy feliz, por primera vez en mucho, mucho tiempo, me siento realmente feliz, y eso me asusta, no estoy acostumbrada a tener este sentimiento perpetuo en mi. Si, lo sé, debo dejar de ser tan pesimista, pero es algo que no puedo evitar, ya me conocéis, me resulta difícil por no decir imposible dejarme llevar y simplemente disfrutar. Demasiadas cosas han pasado en mi vida como para ser consciente de que no todo dura eternamente, y más en mi relación con Daniel. Por más que lo intento, no dejo de darle vueltas a lo mismo, él es mi jefe y yo, una simple empleada, y ya conocéis cual es una de las clausulas de mi contrato laboral. Nada de relaciones personales dentro del mismo departamento y, digo yo que mucho menos con el jefe. Si es que me estoy metiendo en un embolao que acojona bastante joer. En fin, cambiemos el chip y que sea lo que Dios quiera.
 
Ahora voy camino del hotel donde he quedado con las chicas para ir a cenar y después pasarnos por una de esas fiestas flower power que hacen en la playa. Me vendrá bien para desconectar y estoy segurísima de que nos lo pasaremos genial, las risas con sheila están aseguradas, es tremenda. En cuanto enfoco la entrada del hotel las veo junto a unas palmeras descojonadas de risa, ¿qué leches les habrá pasado ahora? Tratándose de ellas, cualquier cosa. Mira que a mi me pasan cosas raras, pero a ellas… mejor ni pensarlo. Me bajo del taxi y las muy zopencas en cuanto me ven hacen una ola a modo de saludo. Ya está, con solo ese gesto han conseguido que me olvide de mis pésimos pensamientos y, me centre en divertirme, que solo me quedan tres días de vacaciones. Tendré tiempo de comerme la cabeza desde el primer momento que me suba al avión, así que ¿para que desperdiciar ahora el tiempo?
 
Cogidas del brazo, caminamos por el paseo marítimo. De vez en cuando nos paramos delante de algún yate de esos que hay atracados allí y que llaman la atención para hacernos fotos que seguramente para mi horror, las veré publicadas en facebook. Porque somos así de guays, todo absolutamente todo lo colgamos en la red, es la moda y, nosotras siempre vamos a la última.
 
Estamos sentadas en la terraza de uno de esos chiringuitos de playa para cenar, cuando vemos aparecer a los gallegos que al vernos, no dudan en unirse a nosotras. ¡Ahora si que la liamos parda!
 
Durante la cena, no paramos de reír. Adán tiene una chispa que talmente parece que se haya tragado un mechero, me alegra tanto verlo así… Hace unos días estaba melancólico y triste, no era para menos después de lo sucedido, y en cambio ahora no hay quien le pare. Prefiero mil veces verlo así que no de la otra manera, aunque el muy capullo está haciéndome llorar de la risa. Entre él y sheila, van a terminar con nosotros haciendo la croqueta por el suelo. ¡Vaya par!
 
Cuando llegamos a la playa, la fiesta ya está en pleno apogeo y, no tardamos ni cinco minutos en unirnos a toda esa gente que parece estar pasándolo pipa. Empieza a rular la bebida, yo opto por tomar una cerveza, ya sabéis que mi tolerancia al alcohol es nula y, prefiero tomármelo con calma, no vaya a ser que al final de la noche acabe sorprendiéndoles a todos con una pirotecnia de vomito de esas que yo me gasto. Si, vale, sé que solo me sucedió una vez, pero más vale prevenir que luego lamentar que me conozco.
 
Poco tiempo después de llegar a la fiesta, Bego y Vane desaparecen con un par de chicos, rubios, altos y muy guapos, diría que por la apariencia que tienen son alemanes, pero no estoy muy segura. El resto del grupo estamos sentados en círculo en la arena escuchando a un grupo tocar la guitarra. Parecemos una comuna de hipies, sólo nos falta que con las bebidas rule también un porrito de marihuana y así estaríamos completos.
 
Pasadas un par de horas, la gente va desapareciendo. De mi grupo quedamos tres, y viendo el panorama no tardaré mucho en quedarme sola con gente que apenas conozco así que sin pensarlo demasiado que no hace falta, me despido y me voy al hotel dando un pasea por la playa. Echo de menos a mi “pitufo gruñón”, no es que no me haya acordado de él durante la fiesta, claro que lo he hecho. Lo que pasa que tampoco quería ser una pesada hablando siempre de lo mismo. Aunque en algunos momentos de la noche mi tema de conversación hubiera sido más interesante y sobretodo morboso.
 
Antes de acostarme me doy una ducha. No me gusta meterme entre las sábanas después de haber estado en la playa, seguro que tengo arena hasta en la rabadilla del culo, y eso que en todo momento he estado vestida que si no… fijo que hasta tendría algún alga por ahí pegada. Que conste que no es la primera vez que me pasa. Una vez en la cama, cojo el móvil para volver a ver las fotografías que le he hecho a Daniel estos días. Dios, no me cansaré nunca de decir lo increíblemente guapo que es mi chico, una se queda ida mirándolo. Lo sé, es el efecto de cupido, que me trastorna los sentidos y, lo que no son los sentidos también. Me trastorna por completo.
 
No tengo ni idea de en que momento exactamente me he quedado dormida, pero lo he hecho. Y he dormido tan profundamente que ni me cuenta me he dado de la llamada de Daniel. Mierda, seguro que en cuanto llegó a Manhattan fue lo primero que hizo, y yo durmiendo como un lirón. Miro el reloj, apenas son las once de la mañana, lo que quiere decir que allí son las cinco, una hora malísima para hacer una llamada. No me queda otra que esperar a esta tarde para volver a escuchar su voz. Se me va a hacer eterno.
 
Como estoy sola porque el grupo estará durmiendo la mona, es lo que tiene pillarse esos pedales descomunales, me apunto para hacer una excursión en barco. No es una barco grande. Vamos en el seis personas más el guía turístico que nos va explicando las distintas zonas por las que vamos pasando, así como las diferentes clases de peces que van emergiendo de vez en cuando del mar. Nos lleva hasta una cala privada de arena blanca y aguas cristalinas. Joder, esto es el paraíso, tendría que haber hecho esta excursión con mi amor, aunque pensándolo bien, eso nos hubiera restado tiempo de hacer otras cosas que también nos llevan al paraíso y de las que sin ninguna duda disfruto mucho más.
 
A pesar de que un principio creí que el día se me haría eterno no ha sido así, y cuando quiero darme cuenta, estoy de vuelta en el hotel a punto de meterme en la ducha para quitarme los restos de arena y de salitre. En cuanto acabo en el baño y me pongo cómoda, llamo a Daniel. Tengo un mensaje suyo de esta mañana en el que me dice que me echa de menos y al que no he podido contestar por falta de cobertura, así que estoy ansiosa por hablar con él.
 
Hola nene—digo en cuanto descuelga el teléfono.
 
Hola preciosa. Que ganas tenía de escuchar tu voz…
 
Pues ya somos dos. Ayer cuando telefoneaste estaba dormida como una marmota y no me enteré. Lo siento.
 
No pasa nada nena, más que nada te llamé para decirte que había llegado y que estaba bien. Imaginé que todavía estarías de farra con esas locas de amigas que te has echado—se ríe, y ese sonido me produce cosquilleo interior.
 
Pues no, me vine al hotel a eso de las dos y media y me puse a mirar fotografías tuyas en el móvil. Me quedé dormida sin darme cuenta, es que últimamente estoy bastante cansada...—digo picardía.
 
Deben de ser los aires de la isla porque a mi me pasa lo mismo. He dormido prácticamente todo el viaje, y está mañana me ha costado mucho levantarme de la cama, y yo soy de los que se pone en pie en cuanto suena la alarma del despertador…
 
Si claro, los aires de la isla… Anda que…
 
¿Me echas de menos nena?
 
No lo sabes tu bien, pero ya queda un día menos para vernos…
 
¿A qué hora llegas el jueves?
 
A media tarde ¿por qué?
 
Quiero ir a buscarte al aeropuerto, pero no sé si podré. Ese día tengo un par de reuniones importantes después de comer y, ya sabes como va eso, pueden terminar enseguida o, se pueden alargar…
 
No te preocupes, en el caso de que no pudieras ir a buscarme, estaré esperándote impaciente en mi apartamento.
 
Cuenta con ello…
 
Hablamos durante media hora más y cuando colgamos, no soy capaz de dejar de sonreír como una boba. ¡Ay cupido de mi alma, que bien te ha salido esta vez! Cojo el teléfono para llamar al servicio de habitaciones y que me sirvan algo de cenar aquí mismo cuando me llega un mensaje de las chicas.
 
MENSAJE
 
«Estamos en el bar del hotel esperando por ti. ¡No tardes!»



 
 

 














 
 




lunes, 23 de noviembre de 2015

R.D.C LO PROMETIDO ES DEUDA

 
 
 
 
 
 
¡Madre del amor hermoso qué manera más minuciosa tiene este hombre de llevar a cabo sus promesas! Estamos a punto de irnos a cenar y, aún estoy recreándome en el momento siesta, ¡qué momentazo por favor…! Que modo tan delicado de hacerme el amor, de entregarse, de adorarme, de hacerme sentir la mujer más importante del universo con su cuerpo, con sus caricias, sus besos y, por supuesto sus palabras. Por si en mi cabeza de chorlito quedaba alguna duda de mis sentimientos hacia él, después de lo de esta tarde y, de todo lo que hemos compartido en el escaso tiempo que lleva aquí, lo tengo absolutamente claro. Estoy loca y perdidamente enamorada de Daniel Dempsey, y ahora que salga el sol por donde quiera que ya me encargaré yo de comprarme unas buenas gafas de sol.
 
Lo primero que hizo en cuanto llegamos de la playa, fue prepararme uno de esos baños que tanto me gustan y, me relajan. Que conste que al principio protesté un poco porque no quería perder el tiempo en chorradas y preliminares, yo quería ir directamente al meollo de la cuestión, al aquí te pillo aquí te mato, pero fue que no. Con sus cálidos y tiernos besos, me convenció para que me dejara mimar, recordándome sabiamente que las cosas del palacio van despacio y, que no teníamos ninguna prisa. Me sentí un poco avergonzada de hacer tan notorias mis ansias de hacerlo mío de nuevo, pero enseguida me dejé llevar y lo disfruté, ¡vaya que si lo disfruté!
 
Después del baño, vino hidratar mi cuerpo con la crema de coco, con tranquilidad, acariciando, masajeando, no hubo ni un solo rincón de mi cuerpo que no fuera explorado por sus expertas manos. Puedo decir con toda la certeza del mundo que no hay una mujer en toda la isla que esté mejor hidratada y acariciada que yo. Vale, con toda la certeza del mundo no, pero si con la mía, y esa me sobra y me basta.
 
Sus manos dieron paso a su lengua, tan cálida, tan húmeda, tan morbosa… Ay señor, lo que este hombre es capaz de hacer con la lengua me lo callo para mi, que hay mucha envidiosa suelta y, luego todo se sabe. Solo diré que pasadas unas horas de ese encuentro erótico entre mi cuerpo y su lengua, aún la noto serpenteando entre mis piernas, hasta tal punto que si no me controlo, volveré a correrme en cuestión de segundos. Pero no solo fue eso lo que me dejó marcada, ¡que va, hay más, mucho más…!
 
Cuando por fin sentí su espectacular y duro miembro adentrarse en mi, después de preparar mi cuerpo y mi mente a conciencia, fue tan intenso que creí que con la primera embestida, me correría sin remedio y, el orgasmo me dejaría fuera de juego. Pero que va, aguante como una campeona arremetida tras arremetida, alzando las caderas y yendo a su encuentro una y otra vez sin dejar de gemir y suplicar que no se parase nunca, que quería tenerlo dentro de mi eternamente.
 
Si a todo ese acto de amor y erotismo, le añadimos las frases morbosas y guarras, porque si, hubo frases muy guarras y muy subidas de tono, pues que queréis que os diga, que cuando el orgasmo golpeó mi vientre y explotó, me falto el canto de un dólar para ver las estrellas de colores a media tarde, y no, no estoy exagerando. Juro por Snoopy y si no que se muera Mafalda que todo lo que estoy contando es verdad verdadera.
 
Y ahora aquí estoy, en la terraza, disfrutando de una deliciosa copa de vino mientras mi “pitufo gruñón” termina de arreglarse para ir a cenar. Voy a llevarlo al restaurante italiano tan romántico que descubrí el otro día. Sé que prometí que no volvería a entrar en aquel lugar nunca más, pero ahora las circunstancias son distintas, y no quiero que Daniel se vaya sin haber conocido ese rincón de Ibiza y, sin haber disfrutado de sus maravillosas vistas. Más tarde hemos quedado con el grupo para tomar unas copas e ir a bailar a una discoteca de mucho renombre que hoy da una fiesta típica ibicenca, a la que por cierto, todos tenemos que ir vestidos de blanco.
 
Quince minutos después, los dos caminamos cogidos de la mano por el paseo marítimo. Yo con una sonrisa bobalicona dibujada en mi rostro y él, alzando nuestras manos entrelazadas de tanto en tanto para depositar en ellas dulces besos que me llenan de amor.
 
Si tuviese más tiempo—dice parándose frente a un hermoso yate que está anclado en el puerto—alquilaría uno de estos para llevarte mar adentro para no compartirte con nadie y tenerte solo para mi.
 
Suena muy bien, pero va a ser que no, mañana te vas...—contesto triste— ¿No puedes quedarte un par de días más?
 
No, Bruce tiene que volver a San Francisco para seguir tratando de solucionar lo del gerente, jamás pensé que fuera tan complicado conseguir a una persona que estuviera capacitada para llevar la delegación. Me está costando horrores dar con la persona adecuada.
 
¿Te quedarás en Manhattan?
 
Si, al menos hasta que tu vuelvas. Después seré yo el que tenga que ir a San Francisco, mi hermano tiene compromisos importantes que no puede eludir…
 
Oh vaya… ¿Osea que cuando yo llegue tu te irás?
 
No inmediatamente, podré estar contigo un par de días. Con un poco de suerte, quizá Bruce contrate a alguien y entonces no será necesario que yo me vaya.

Eso sería fantástico, no me gustaría dejar de verte ahora que hemos avanzado en lo nuestro.
 
No me verás los días de semana nena, pero te prometo que de viernes a domingo, seré todo tuyo—su mirada pícara me hace sonreír— y compensaré con creces las noches que tengas que dormir sola por mi culpa—se para y, me da un beso en los labios—. Te lo prometo.
 
Casi sin darnos cuenta, llegamos al restaurante. Me siento triste porque en unas horas tendré que separarme de él ya que vuelve a Manhattan y, pienso que tal vez no haya sido buena idea quedar con el grupo, pero bueno, ahora ya está hecho y, siempre podremos hacer acto de presencia, tomarnos algo y desaparecer para refugiarnos en su habitación o en la mía y amarnos intensamente. Si, soy adicta a Daniel Dempsey y si, estoy acojonada no, lo siguiente.
 
Mientras degustamos un menú de esos para compartir, hablamos de muchas cosas. Entre ellas, Daniel me cuenta un poco su vida, e incluso que fue lo qué le llevo a cancelar sus boda con la modelo aquella de Victoria Secret. Por lo visto, ella no solo estaba interesada en él, también lo estaba de su hermano Bruce y, una noche, los pilló a ambos en una actitud bastante comprometida, lo que provocó la ruptura de la pareja y que dejara de hablarse con su hermano durante un tiempo. ¡Qué fuerteeee! No me esperaba para nada el comportamiento de Bruce con su hermano, ¡menudo cabrón! Si antes sin tener ni idea de la historia el tío ya me caía mal, ahora sabiendo esto, buff, me lo cargaría a ojos cerrados por haberle hecho tanto daño a mi “pitufo gruñón”. Y lo que me alucina, es que Daniel, con el tiempo haya sido capaz de perdonarlo, si es que es un cacho de pan el pobre.
 
Dejamos de hablar de un tema escabroso, para pasar a otro, el de mi vida. Le cuento, que no tengo familia, que mis padres murieron en un accidente de tráfico y que me crié en una casa de acogida de la que me largué en cuanto cumplí la mayoría de edad. Que me costeé mis estudios a base de trabajar en distintas cosas y que gracia a Dios y a mi esfuerzo, todo me salió rodado. Él, que no tenía ni idea de mi vida, se queda un poco perplejo al escuchar mi historia, y como no me gusta que la gente sienta lástima de mi, le quito hierro al asunto asegurando que a pesar de todo, he sido y, soy una mujer feliz.
 
Confesiones a parte y ya terminada la cena, nos dirigimos a la discoteca donde nos esperan los demás. Todos juntos entramos en el local, que por cierto está hasta la bandera de gente, no sé como coño vamos a arreglarnos para bailar o charlar si allí dentro no cabe un alfiler, menos mal que tengo en mente hacer un mutis por el foro en toda regla en la mínima ocasión. Siempre podremos alegar que con tanta gente, perdimos de vista al grupo y decidimos marcharnos. Será una mentirijilla piadosa que confesaré a las chicas otro día y que seguro entienden. ¡Joder, si hasta resulta imposible alzar la copa para darle un trago sin que te den un empujón! No es por nada, pero a mi los lugares como este, me agobian un montón, así que en la primera oportunidad que tengo, cojo a Daniel de la mano y nos saco de allí cagando leches.
 
Una vez en el hotel, los dos estallamos en carcajadas al recordar el momento huida, menudo par estamos hechos, creo que se ha juntado el hambre con la gana de comer y, me gusta. Siempre tuve a mi jefe por una persona demasiado seria, por no decir otras cosas, que ahora que es mi chico no quiero ponerlo verde, pero bueno, ya sabéis que que siempre creí que era un tonto a la tres, y ahora que nos vamos conociendo, me alegra darme cuenta de lo equivocada que estaba respecto a él. Si, creo que al final, hasta vamos a hacer buena pareja y todo.
 
Estamos en mi habitación, sobre la cama, relajados después de haber echado uno de esos polvos increíbles que tanto me gustan. Ni preliminares ni hostias en vinagre, un polvo salvaje en el que literalmente nos hemos arrancado la ropa y nos hemos follado mutuamente como locos, para después caer rendidos y exhaustos sobre la cama, es que hacerlo a un ritmo tan desenfrenado es lo que tiene, que te deja para el arrastre, ¡pero qué bien sienta leches! Es la mejor manera que conozco para quitarte de encima el estrés, ni yoga, ni meditación ni nada por el estilo, al menos para mi.
 
Daniel, nos cubre a ambos con la fina sábana y poco tiempo después, él se queda dormido. En cambio a mi, parece que me cuesta coger el sueño, y eso que me siento agotada por todo el trajín que lleva mi cuerpo estos días, pero es que no puedo dejar de pensar que mañana se va lejos de mi, y aunque solo serán tres días lo que estemos separados, me entristece y me siento abatida por su marcha. Su vuelo es el último que sale hacia Nueva york, lo que me deja muy poco tiempo para disfrutar de él, quizá mañana con un poco de suerte, consiga convencerlo para no poner un pie fuera de la habitación…
 
 



 

 
 

 










viernes, 20 de noviembre de 2015

R.D.C. JUNTOS Y REVUELTOS

 
 
 
 
 
Pegados como calcomanías entramos en su magnífica habitación, de la que por cierto, poco puedo admirar ya que Daniel ocupa todo mi campo de visión, y que coño, no he venido a cotillear la habitación, he venido a otros asuntos digamos más placenteros, mucho más placenteros. Absorta, miro como va despojándose de su ropa lentamente, yo diría que demasiado lentamente para mi gusto, pero bueno, todo a su debido tiempo, que tampoco tenemos prisa ¿no? Aunque, para ser sincera, como no apague pronto con su manguera el fuego que corroe mis entrañas, acabaré convirtiéndome en la mujer que se transformó en ceniza por su alta temperatura corporal. ¡Dios, como se me va la pinza! Estoy demasiado nerviosa, o eso creo porque no dejo de mover mis manos y, estrujar mis dedos. «Relájate, estás donde deseabas estar, así que por el amor de Dios Olivia, cálmate y disfruta, que a eso has venido leches—me repito ésto varias veces, como si fuera un mantra».
 
Mientras el va quedándose poco a poco desnudo, yo voy haciendo lo mismo. Más que nada para que pruebe su propia medicina y, que sepa lo que se siente. Que sepa la tortura que estoy viviendo al verlo desvestirse tan despacio. Y parece que mi táctica surte efecto, porque en cuestión de segundos, está en pelota picada, como Dios lo trajo a este mundo y, arrodillado a mis pies deslizando las medias de seda que llevo puestas por mis piernas. ¡Madre mía! ¿Cómo describir lo que siento al sentir el roce de sus dedos? Sus manos suben hasta el fino elástico de mi minúsculo tanga de encaje negro y, realiza la misma operación que con mis medias. El cosquilleo entre mis piernas se intensifica, me siento tan húmeda…
 
Dispuesto a seguir torturándome, pasea su lengua por mis muslos, sin llegar a esa zona que precisamente, anhela tanto ese contacto. Sujeto a mi culo, deposita cálidos besos en mis caderas y, cuando creo que por fin va hacia la zona más afectada, la pasa de largo. ¡Maldito cabrón, está haciéndolo aposta, al muy cretino le encanta verme sufrir! Entonces de golpe y sin previo aviso zas, un lametón en el centro de mi sexo, y otro, y otro más… Joder, apoyo mis manos en su cabeza, estoy a punto de perder el equilibrio y caer desplomada al suelo. Me aprieto más contra su boca y él , hunde su lengua en mi cavidad hasta el fondo, succiona, absorbe, tira, y chupa sin darme tregua. Y por si eso no fuera suficiente para hacerme perder la cabeza y enloquecer, introduce uno de sus dedos, dentro y fuera, repetidas veces, hasta que no puedo más y un orgasmo fulmina todo mi ser.
 
Se pone en pie y me coge en brazos para dejarme justo en el entro de la cama, está tan excitado… Digo yo que habrá que remediarlo de alguna manera ¿no? Me incorporo y poniéndole una mano en el pecho, le obligo a recostarse, para después encaramarme a él y hacerlo mío. Empiezo por su cara, beso su frente, sus párpados, su nariz, una mejilla, la otra… Resigo con mi lengua el contorno de sus labios para terminar introduciéndola en su boca y, saborearlo. Noto el gusto salado de mis flujos vaginales en su boca y no sé porque, pero eso me pone a cien. Quizá porque gracias a esa boca, acabo de tener un orgasmo sublime y difícil de olvidar. A la vez que devoro su boca, mis traviesos dedos, trazan círculos en sus pezones y mi pubis se restriega contra su duro pene. Lo oigo gemir, suplicar que no pare. Cojo su glande hinchado y con él, voy abriendo paso entre mi sexo y, lo penetro muy lentamente en mi. Totalmente empalada en él, le miro. Sus ojos cerrados y su mandíbula tensa me indican que necesita concentrarse para no dejarse ir. Me muevo, arriba y abajo, una, dos, tres, circulo rotativo y, vuelta a empezar. Clava sus dedos con fuerza en mis caderas para profundizar más en mi y, llenarme por completo. ¡Oh señor, esto es gloria bendita! Nuestros movimientos se vuelve más enérgicos, contundentes, con un toque salvaje que termina por desatar nuestra lujuria y así, a un ritmo frenético, ambos culminamos en un clímax devastador que nos deja saciados y exhaustos. Aunque por poco tiempo, porque en cuanto nos recuperamos, volvemos a empezar desde el principio…
 
La claridad de la mañana inunda la estancia, y yo abro los ojos lentamente para que la de luz no me deje ciega. Pero si lo hace la visión al observar detenidamente el rostro del hombre que descansa plácidamente a mi lado. Es tan guapo, tiene las facciones tan perfectas que, no dejo de maravillarme. Este hombre hace conmigo lo que quiere, y yo encantada de la vida no opongo ningún tipo de resistencia porque me gusta lo que hace conmigo y lo más importante, me gusta como me hace sentir.
 
En cuanto abre los ojos, lo primero que hace es sonreír, ¡por favor, esa sonrisa impacta directamente en mi entrepierna! ¿Cómo lo hace? Se inclina para darme un beso, pero más rápida que el correcaminos, subo la sábana y me tapo la boca con ella, igual que hizo Julia Robertes en la película “Pretty Woman”, ¿os acordáis? Mi aliento a esta hora tan temprana puede ser perfectamente un arma de destrucción masiva y, no quisiera fulminarlo, ¡Dios me libre! Suelta una sonora carcajada por lo que acabo de hacer y me rodea la cintura, llenando de calor mi cuerpo con ese abrazo.
 
Buenos días nena, ¿has dormido bien?—Asiento, tímida. No estoy acostumbrada a despertarme de buena mañana tan bien acompañada. ¿Alguna vez podré acostumbrarme a algo así? Lo dudo…
 
¿Te importa que vaya al baño? Necesito lavarme los dientes…
 
Adelante, es todo tuyo, aunque me gustaría que antes me dieras un beso…
 
¿Estás loco? ¿Acaso quieres morir o que?—Se descojona de la risa y me suelta para que pueda moverme e ir al baño.
 
Abro el grifo de la ducha, ya que estamos, tampoco me vendrá mal pasar mi cuerpo por agua, que también lo necesita y, no, no me huele el sobaco ni nada parecido. Es que me apetece darme una ducha y punto, que yo soy muy, muy limpia jolines. Dejo correr el agua hasta que sale calentita y mientras tanto me cepillo los dientes con uno de esos cepillos de viaje que ponen en los hoteles. Cuando creo que la temperatura del agua es la adecuada, me meto directamente debajo del chorro. ¡Mmm, que bien sienta leches…! De pronto, se abre la mampara y aparece mi pitufo gruñon en todo su esplendor.

¿Necesitas que te enjabone la espalda?—Pregunta pícaro.
 
Si mediar palabra, me hago a un lado para dejarlo entrar, de ninguna manera voy a desaprovechar esa deliciosa oferta, ¡ni de coña! Coge el bote de gel que hay en el estante detrás de mi y se echa una buena cantidad en la palma de su mano y claro, con ese gesto, la menda ya está húmeda, y no precisamente por el agua que resbala por mi cuerpo, ¡qué va!
 
Sin despegar sus ojos de los míos, frota ambas manos hasta hacer una abundante espuma para a continuación posarlas sobre mis hombros y empezar a masajearlos pausadamente, volviendo mis piernas en gelatina al instante. ¿Siempre va a ser así con él? ¿Voy a dejar de tener voluntad propia estando en su compañía? Por primera vez, me resulta sencillo bloquear mi cerebro para que deje de emitir preguntas estúpidas y, dejarme llevar por las sensaciones tan increíbles que Daniel despierta en mi. Pero cuando veo a donde se dirigen sus manos, le detengo. Esta vez quiero ser yo quien le de placer con la boca, estoy hambrienta y me apetece desayunar una buena porra.
 
Con mi mano apoyada en su pecho, le empujo hasta que su espalda toca los azulejos de la pared. Después, poso mis labios en su pecho, saco la lengua y, desciendo hasta su ombligo lamiendo muy despacio, muy, muy despacio para volver a ascender hacia su pecho de igual manera. Estoy torturándolo al igual que la noche anterior él hizo conmigo y, lo disfruto, me gusta ver esos gestos de placer en su cara, ver como se tensa su abdomen por la anticipación de sentir mi boca en su excitado y duro pene. Me arrodillo y acaricio sus perfectos oblicuos continuando unos minutos mas con la tortura, y por fin, abarco con mi mano mi ansiado desayuno y empiezo a chupar y lamer mientra muevo mi mano arriba y abajo. Él gime y se agita, moviendo las caderas adelante y atrás, estoy llevándolo al límite y eso, me gusta. Si, yo también tengo ese poder sobre él, si, yo también puedo hacerle perder el control con mi boca y si, ¡me siento poderosa! Pero aunque estoy deseándolo, no consigo que se corra en mi boca. Cuando creo que está a punto de llegar, me alza con fuerza y me pega a la pared, de manera que mis pechos quedan aplastados contra los azulejos templados por el agua caliente de la ducha y, sin darme tiempo a reaccionar, me embiste desde atrás. Clava sus dedos en mis caderas y me empotra literalmente con una de sus embestidas, ¡joder, que intenso! Entre jadeos arrítmicos le suplico que no deje de moverse, y él muy obediente sigue empalándose en mi sin descanso, hasta que que no resisto más y me corro gritando su nombre, un minuto más tarde, es él el que jadeando en mi oreja convulsiona sobre mi. Permanecemos en esa posición durante un buen rato, dejando que el agua, ayude a que nuestras respiraciones y nuestros sentidos, vuelvan en si.
 
Una hora más tarde, estamos en el restaurante del hotel dando cuenta de un abundante desayuno, aunque confieso que hubiese preferido quedarme en la habitación y no salir de ésta hasta el domingo, pero Daniel quiere ir a la playa y yo, voy a complacerlo, porque me ha prometido que me lo compensará con creces a la hora de la siesta. ¡Bendita sea la persona que invento la tradición de la siesta en esta país! Sin ninguna duda será algo que eche de menos cuando regrese a mi mundo.
 
Nunca imaginé que estar en la playa con él y, un simple chapuzón que en apariencia es muy inocente, resultara ser tan erótico, ¿o seré yo y mi mente pervertida que todo lo llevamos al plano sexual? Va a ser que si, que mi mente es una cochina de mucho cuidado. No es para menos, ver ese cuerpo prácticamente desnudo continuamente a mi lado no me da tregua, y mi calenturienta mente, no deja de jugarme malas pasadas. Si es que soy como una niña pequeña con su regalo de reyes, no soy capaz de despegar ni mis ojos, ni mis manos de él, le deseo constantemente, menos mal que ya queda poco para que llegue la hora de hacerlo cumplir su promesa…








 
 
 



 
 

 














miércoles, 18 de noviembre de 2015

R.D.C. SORPRESA INESPERADA

 
 
 
 
 
 
Vaya… Esto si que es… Vaya… ¿Pero qué…? ¿Cómo…? ¿Cuándo…? «¡Por el amor de Dios Olivia, reacciona!—Me digo». Tengo frente a mi a ese hombre que me quita el sueño, a ese hombre del que estoy loca y, perdidamente enamorada, ese hombre, al que estaba deseando tener a mi lado para poder decirle que… Está tan increíblemente guapo con su traje negro, camisa blanca y corbata… La música sigue sonando, pero yo soy incapaz de moverme, solo puedo mirarle y sonreír como una boba, es un sueño hecho realidad, él está aquí, y yo, me he quedado en trance por la impresión de verlo. No me lo esperaba, ha sido una sorpresa, una agradable y maravillosa sorpresa.
 
Es él quien finalmente toma la iniciativa y se acerca a mi, no dice nada, simplemente me toma de la mano y, hace que me mueva al son de la música. Sigo sus pasos por inercia, no podría hacerlo de otra forma. Si en mi estado normal ya soy una patosa, en esta situación, no es para menos, no doy pie con bola. Pega su mejilla a la mía y con una de sus manos, acaricia mi espalda con movimientos lentos. El roce de sus dedos en mi piel me pone el bello de punta y en mi vientre, aparece ese cosquilleo que siento siempre que estoy con él. ¿Qué me has hecho Daniel Dempsey? Me separo unos centímetros, quiero ver sus ojos y cuando lo hago, veo la emoción y, el deseo reflejado en ellos. «Si, yo también te deseo señor “soy un ogro”—Pienso». Nos miramos durante unos segundos interminables y, como dos imanes que se atraen, nuestra bocas se funden en una sola, se saborean, se exploran, se calientan… Rodeo su cuello con mis brazos y me pego a él, no me importa nada, ni la gente, ni la música, ni nada, solo me importa sentirlo, tenerlo cerca de mi.
 
Somos incapaces de separar nuestros labios, ahora que se han encontrado y se han reconocido, nos es imposible hacerlo. Su lengua recorre mi labio inferior y lo mordisquea, ¡Dios, estoy deseando arrancarle la ropa y tenerlo dentro de mi! Ha pasado tanto tiempo desde nuestra primera vez, que no veo el momento de volver a hacerlo mío y, poseer su alma como el ha poseído la mía. Quiero que nuestros cuerpos también se reconozcan, igual que lo están haciendo nuestras bocas.
 
 Haciendo un esfuerzo sobrehumano, conseguimos separarnos un poco, para coger aire y calmar nuestra respiraciones agitadas, talmente parece que acabamos de correr un maratón cuando ni siquiera nos hemos movido del sitio. Si, ese es el efecto que causamos el uno en la otra, es tocarnos y arder como hojarasca seca al contacto con una cerilla. Cogidos de la mano, salimos de la pista y buscamos una zona algo más tranquila. Salimos por una de las puertas de la discoteca y damos a una de las terrazas del hotel. Nos sentamos a una mesa y, nos miramos embelesados, yo en él y él en mi, como si fuese la primera vez que nos viésemos. Se nos acerca un camarero al que fulmino con la mirada por romper ese momento tan especial. Pobrecillo sé que solo está haciendo su trabajo, pero no he podido evitarlo, más tarde le pediré disculpas. Pedimos algo de beber y, solo cuando nuestras consumiciones ya están sobre la mesa, empezamos a hablar.
 
 
¿Qué haces aquí Daniel? —Aunque creo que es más que evidente, es lo primero que se me ha ocurrido decir, lo siento, aún sigo perdida en sus besos…
 
Si te dijera que pasaba por aquí no va a colar ¿verdad? —Contesta sonriendo por primera vez desde que nos hemos visto.
 
Va ser que no, esa respuesta no va a colar.
 
¿En serio necesitas que te responda a esa pregunta? —Asiento—. Está bien… Necesitaba verte, te echaba mucho de menos y, aquí estoy, no pude resistir la tentación de venir y probar suerte —me acaricia la mano mientras dice esto último—. Estás preciosa Olivia y, me ha gustado mucho tu recibimiento, no me lo esperaba…
 
Yo tampoco me esperaba levantar la vista y verte allí parado frente a mi, ha sido una sorpresa enorme que, aunque me haya dejado un poco ida, me ha gustado. Confieso que yo también te echaba de menos y si, también tenía ganas de verte… Estos días he estado meditando mucho en lo nuestro, y he llegado a una conclusión. Quiero intentarlo Daniel, quiero que juntos veamos a donde nos lleva esta historia que nos hemos montado. No quiero perder el tiempo comiéndome la cabeza, que pase lo que tenga que pasar…
 
Me alegra oír eso Olivia, estaba dispuesto a todo con tal de recuperarte. Se que el día de tu cumpleaños metí la pata, pero no estuve con ella ¿sabes?, solo la utilicé para darte celos. Con tu reacción al verme con ella me dejaste claro lo que sientes por mi, y cuando me marché de allí, fui consciente de que había metido la pata hasta el fondo. Lo siento mucho nena.
 
Los dos nos hemos equivocado Daniel, hemos tomado decisiones creyendo que eran las más acertadas solo para darnos cuenta de que no era así. Voy a proponerte algo—me mira expectante—. Olvidemos el pasado y empecemos de nuevo ¿quieres?
 
Claro que quiero nena…
 
¿Cuánto tiempo vas a quedarte?—Pregunto curiosa.
 
Hasta el domingo, me iré en el último vuelo.
 
¿Has hecho un viaje de diez horas para pasar un fin de semana conmigo? ¿Estás loco?
 

Si Olivia, estoy loco, loco por ti, las diez horas de vuelo ha merecido la pena, te lo prometo—nos fundimos en un apasionado beso que prolongamos durante bastante tiempo. ¡Dios, somos como lapas!
 
¿Fuiste tú quién me envió la botella de champán verdad?—Asiente— ¿Y por qué no te dejaste ver entonces?
 
Porque estabas muy bien acompañada y, no sabía como ibas a reaccionar en cuanto me vieras. Cuando te vi con esa gente, pensé que a lo mejor ya era demasiado tarde para mi. Uno de esos chicos no dejaba de mirarte y, bueno… Qué quieres que te diga, me puse celoso al imaginarte con uno de ellos…
 
Pero no estoy con ninguno de ellos Daniel, yo ya había tomado mi decisión respecto a ti. Estar con cualquier otro, sería como traicionarte, aunque lo nuestro todavía estuviera en el aire.
 
Oh nena, no sabes las ganas que tenía de tenerte entre mis brazos…—murmura abrazándome fuertemente.
 
Pues ya somos dos—contesto emocionada. Volvemos a besarnos, esta vez, un beso tierno, dulce, de esos que se quedan grabados en la memoria para siempre. No podemos seguir así, si continuamos calentándonos de esta manera, acabaremos follando en cualquier esquina, ademas, aunque lo estoy deseando más que el aire que respiro, creo que todavía no es el momento— ¿Por qué no volvemos dentro, te presento al grupo y, nos divertimos un rato?—Propongo.
 
Como quieras…
 
Venga vamos—le digo poniéndome en pie. Me coge de la mano y entramos de nuevo en la discoteca.
 
Antes de ir con el grupo, paramos en los aseos para que yo pueda refrescarme un poco, estoy demasiado acalorada, y aunque con tanta oscuridad los demás no lo notarían, lo necesito con urgencia, por mi propio bien y por el de Daniel, necesito enfriar mis hormonas.
 
Cuando las chicas me ven, me pegan una bronca del copón. Que si como se me ocurre desaparecer con un desconocido, que podría ser un psicópata, que me voy con cualquiera, etcétera, etcétera. Me giro un poco para que vean que voy acompañada y, se den cuenta que él ha sido testigo de la peazo de broca que me acaban de echar y entonces, se quedan calladas mirándonos a ambos. Sé que estaban preocupadas y por eso se han puesto así, agradezco enormemente su preocupación, tendría que haberlas avisado de que me iba fuera a charlar con Daniel.
 
Antes de hacer la presentaciones, le pregunto a mi “pitufo gruñón” si habla y entiende el español, entonces él, arquea una ceja diciendo ¿lo dudas? Si vale, es cierto que en la pista de baile le pregunto a Carlos si podía bailar conmigo en un español perfecto. Acabo de preguntar una tontería.
 
Chicas...—digo dirigiéndome a ellas— Os presento a Daniel. Daniel, te presento a las chicas, ellas son Sheila, Vanesa, Luz y Begoña—las saluda una a una y, paso a los chicos—. Ellos son, Carlos, Diego, Adán, Fran y Ricardo—También los saluda, y entonces Carlos dice…
 
¡Joder tío eres mi ídolo! Me has dejado alucinado cuando te has puesto a bailar con ella y en un tris te la has llevado fuera, ¡eres un fiera!
 
Si tu supieras… —Le contesta Daniel. Ambos se ríen y a continuación, pedimos una ronda de copas.
 
Me encanta ver como todos tratan a Daniel como si lo conocieran de hace tiempo y, de como éste se los ha metido en el bolsillo casi sin pestañear. Mientras ellos hablan de deportes, las chicas me interrogan.

Pero vamos a ver—me está diciendo Sheila— ¿Entonces tu y él ya os conocíais?
 
¡Claro! ¿Crees que sería capaz de marcharme con un desconocido?
 
¿Y de que lo conoces si puede saberse? En estos días nunca le he visto por aquí…
 
Haber cotillas… Daniel es mi jefe, llevo trabajando para él cinco años y, hace una temporadita que él y yo, digamos que, jugamos y tonteamos, ¿me seguís?—Asienten— Pero hace un par de semanas, tuvimos un mosqueo y dejamos de hablarnos, aunque ya estando aquí, recibí un mensaje suyo en el que me decía que me echaba de menos… Lo que no imaginé, fue que se presentará aquí para intentar arreglar lo nuestro.
 
¡Cómo mola!—dice Luz—Parece una historia sacada de esas novelas románticas que tanto lees Vane…
 
Ya te digo—contesta ésta—si le añadiéramos unas escenitas de sexo erótico, sería la caña.
 
¡Eso no lo verán tus ojos…!—Le digo burlona.
 
Seguimos un rato más disfrutando de la fiesta, que a pesar de lo tarde que es, sigue muy animada. Mi mirada se cruza con la de mi “pitufo gruñón”, que está en la barra charlando animadamente con Adán. «¿Qué le estará contando este hombre?—Me pregunto» Daniel gesticula un montón, como si estuviera tratando de explicarle algo, y éste se ríe y asiente continuamente. El cansancio empieza a hacer mella en mi, hace diez minutos que no paro de bostezar. Tengo tanto sueño que no me extrañaría nada quedarme dormida.

Uyuyuyyy, veo que alguien está a punto de quedarse dormida—la calidez de ese aliento en mi oreja me estremece—. ¿Quieres que nos vayamos?
 
Si por favor, no puedo con el alma… —Nos despedimos del resto y, caminamos hacia los ascensores—. ¿También te hospedas aquí?
 
Si, en la suite del ático… —Llegamos a la planta donde se encuentra mi habitación y salgo—. ¿A dónde te crees que vas Olivia?
 
¿A mi habitación…?
 
¡Oh no nena, no he hecho tantos kilómetros para dormir solo, vuelve aquí!—Y lo hago, retrocedo y vuelvo a meterme en el ascensor. Dos segundos después, empezamos a calentar motores…

 
 
 
 
 
 


 
 
 

 
 

 
 
 


lunes, 16 de noviembre de 2015

R.D.C ¡¡RELAX TOTAL!!

 
 
 
 
 
 
 
Hay que ver lo rápido que pasa el tiempo cuando se está bien. Hoy ya es viernes y, llevo en la isla cinco increíbles y maravillosos días. Después de tomar la decisión de seguir adelante con mi historia con el señor “soy un ogro”, me he relajado, como si por fin, me hubiera quitado un gran peso de encima que no me dejaba avanzar y, me mantenía en una angustia permanente. A pesar de las ganas que tengo de volver a Manhattan para poder tenerlo frente a mi y, aclarar las cosas, no quiero que se terminen mis vacaciones, aún me quedan otros cinco días por estos lares y no pienso desaprovecharlos. Por cierto, él no ha vuelto a ponerse en contacto conmigo, creo que al fin ha entendido que necesito mi espacio y mi tiempo para meditar. Si él supiera que ya lo tengo todo bien pensado…
 
Esta noche, el hotel da una cena con baile para inaugurar un nuevo salón que estaban reformando y, yo como huesped, estoy invitada. Menos mal que me he traído ropa apropiada para el evento, tengo en mi armario el vestido de satén negro que puse la primera vez que asistí a una reunión del club, creo que es perfecto para la ocasión. Ah, y no estaré sola en la fiesta, he conocido a un grupo de chicas que también están aquí de vacaciones, son de Asturias y, son muy majas y muy divertidas, junto a ellas, estoy explorando rincones de la isla que desconocía, y por supuesto acudiendo a todos los saraos que se organizan por aquí. Así que si, me estoy divirtiendo de lo lindo. Ahora mismo, las cuatro chicas, me está esperando en el vestíbulo del hotel para irnos a la playita a pasar la mañana.
 
Las cinco estamos tumbadas al sol, achicharrándonos porque hace un calor de mil demonios y, las cinco estamos absortas mirando al grupo de tíos que juegan al voley playa. Decir que están buenos, es quedarse corta, menudos cuerpazos, una se queda bizca admirando tanto músculo y, tanta cara bonita. Después de llevar un rato sin perdernos detalle de la partida de voley, ellos, parecen darse cuenta de nuestra existencia y se crecen. Ya sabéis como son los machoman cuando son conscientes de que una mujer no les quita el ojo de encima. Nos hace gracia verlos lucirse ante nosotras sin cortarse un pelo.
 
Más tarde, uno de ellos se acerca a nosotras, se presenta y, nos pregunta si nos apetece unirnos a ellos y tomar unas cervezas juntos. Da la casualidad que se hospedan en el mismo hotel que nosotras, así que ni cortas ni perezosas quedamos en el bar de la esquina para tomarnos algo y, conocernos mejor. Si nos vierais, parecemos quinceañeras en su primera cita. Al final va a resultar que lo que no viví en mi adolescencia, lo voy a vivir en unos pocos días, ¡qué fuerteeee!
 
Llegamos al bar donde hemos quedado. Recién duchaditas y, monísimas de la muerte, y eso que solo vamos a tomarnos unos algo antes de comer, nos acercamos a la barra donde el grupo nos espera. En cuestión de minutos, aquello es un jaleo de presentaciones y besos, menudo cacao mental tengo ahora mismo con tanto nombre, seguro que acabaré dirigiéndome a alguno con un ¡eh tú! Por no acordarme de como se llama.
 
Pasamos un rato muy divertido con estos guaperas y, cuando llega la hora de comer, en lugar de irnos cada uno por su lado, decidimos comer todos juntos en la terraza del hotel y así, pasar la tarde en la piscina. Resulta que son gallegos, y entre las chicas y ellos, no paran decirse un dicho que por lo visto en muy común entre las dos provincias… «gallegos y asturianos, primos hermanos», o algo así… Uno de ellos, me llama muchísimo la atención, es moreno, de ojos negros y, se llama Adán. El tío está requetebueno, y parece el más tímido del grupo porque se mantiene bastante al margen.
 
Un par de horas más tarde, estamos todos en la piscina montando un jaleo de la leche jugando en el agua. Si es que somos como niños, hundiéndonos unos a otros, y cronometrando a ver quien aguanta más la respiración dentro del agua. Yo, que soy como un pato mareao, pues podéis imaginaros la estampa, si trago más agua, dejo la piscina vacía. Cansados de jugar, toca relajarse un poco en las hamacas para reponer fuerzas, me siento agotada, estos tíos son incansables, no tengo experiencia con los niños, pero seguramente éstos, sean peores que ellos. Me pongo las gafas de sol, y me dedico a contemplar la hermosas facciones del tímido Adán, que en lugar de jugar con nosotros, se ha dedicado a leer todo el rato. Tengo la sensación de que a ese chico le pasa algo, la tristeza en su semblante es más que evidente y por un momento, me gustaría saber de que se trata para poder ayudarlo, me inspira mucha ternura.
 
La tarde va pasando, y antes de subir cada uno a su habitación a prepararse para la cena de esta noche, decidimos tomarnos unas cervezas allí mismo, tumbados en las hamacas. He conseguido saber lo que le pasa a Adán, su amigo Diego me ha lo ha contado por alto. Por lo visto, este viaje tenía que ser su luna de miel, pero su prometida, bueno mejor dicho, su exprometida le dejó plantado quince días antes de la boda porque no tenía muy claros sus sentimiento hacia él. ¡Pobrecito no? En un principio, él quiso anular el viaje, pero sus amigos le convencieron para que desistiera y, le propusieron acompañarle y así, hacer un viaje de colegas por los viejo tiempos y, no dejarle solo en estos momentos tan duros para él. ¿No os parece un detalle muy bonito? A mi si.
 
Al ver a una camarera venir hacia nosotros con una bandeja en la mano y una botella de champán, nos miramos extrañados. ¿Quién ha pedido éso? ¿Acaso estamos celebrando algo y no me he enterado? Ella viene hasta donde yo estoy y, dejando la bandeja sobre la mesa que tengo al lado, me dice…
 
 
Señorita, un caballero me ha pedido que le trajera esta botella de champán…
¿A mi? —Pregunto alucinada y sin dejarla terminar de hablar.
Si señorita, a usted —¿en serio? ¡No me lo puedo creer! Pensé que esto sólo pasaba en las películas…
¿Quién dice que lo ha enviado?
Oh, un caballero que estaba en la barra señorita, pero ya se ha ido —me dice al verme girar mi cabeza hacia el bar.
¿Y era guapo? —Pregunta una de las chicas.
Si, era muy atractivo —contesta ella poniendo los ojos en blanco y ruborizándose. Se despide de nosotros y se va.
 
Todos posan sus miradas interrogantes sobre mi. Qué quieren que les diga, no tengo ni la más remota idea de quién es ese hombre misterioso que ha decidido tener ese gesto conmigo. ¡Ojalá lo supiera, porque ha conseguido dejarme muy intrigada! Abrimos la botella y, después de beber unos sorbos de el delicioso champán, empiezan a burlarse de mi. Les río las bromas, pero este detalle de un desconocido, ha hecho saltar todas mis alarmas. ¿Quién será?
 
Ya en mi habitación, tras darme una ducha y ponerme elegante para el evento, no puedo dejar de pensar en lo que esta tarde a ocurrido en la piscina, ¿conoceré al hombre misterioso esta noche durante la cena? ¿En el baile quizás? La camarera dijo que era muy atractivo y, confieso que me pica muchísimo la curiosidad por saber quien es él. Algo nerviosa por todo este tema, salgo de mi cuarto y bajo en el ascensor hasta el vestíbulo. Enseguida veo al grupo reunido en unos sofás, como para no verlos, menudo equipo hemos conseguido formar, si no no echan del hotel, será por un milagro de Dios, de la virgen María y del Espíritu Santo. Voy a su encuentro y, en cuanto estoy junto a ellos, todos nos dirijimos al salón.
 
¡Joder que mierda! Nos ha tocado sentarnos en mesas distintas, menudo fastidio. Bueno, al menos tengo a Sheila sentada a mi lado, ella es una de las chicas y precisamente con la que más feeling tengo, así que de lo malo, tendré con quien echarme unas risas. La cena es exquisita, y al final, las personas con las que estamos sentadas a la mesa, resultan ser encantadoras. Mientras tomamos el postre, Sheila me comenta que Diego, le ha tirado los trastos, y entre risas me advierte que como ha venido a Ibiza a pasarlo bien, esta noche harán saltar las alarmas de incendio del hote, y la creo a pies juntillas. Por lo poco que la conozco sé que cumplirá su promesa, ¡menuda es ella!
 
Una vez terminada la cena, pasamos a la discoteca del hotel, donde todo está listo para que comience la verdadera fiesta. Cogemos un buen sitio cerca de la pista, porque con tanta gente, así lo tendremos más fácil cada vez que queramos salir a bailar, cosa que hacemos en cuanto oímos la canción “Dangerous” de David Guetta. Pasamos un buen rato en la pista, bailando, cantando, riendo vamos, lo que se dice haciendo bastante el tonto, porque sinceramente, es lo único que se nos da realmente bien. Cuando volvemos a nuestro sitio, veo por el rabillo del ojo que Diego tiene a Sheila empotrada contra una pared y, está comiéndole la boca. La hostia que rapidez, pero si prácticamente acabamos de llegar… Bueno, que leches, hacen bien, si los dos tienen claro lo que quieren, ¿para qué perder el tiempo?
 
El ambiente está animado, muy animado. Me cuesta un triunfo acercarme hasta la barra a pedir una copa, y cuando por fin lo consigo, tardan unos veinte minutos en servírmela, ¡joder, casi se me han quitado las ganas de tomarla! Copa en mano, regreso con el grupo y me siento en uno de los cómodos sofás de color negro, junto a Adán, que por primera vez desde que le conozco, parece estar disfrutando de la fiesta. Mantener una conversación en un lugar como este, resulta casi imposible, la música está demasiado y alta y, no me mola nada tener que hablar a gritos, así que simplemente me quedo callada saboreando mi bombay shappire con naranja. Si, hoy estoy rompiendo una de mis reglas al tomarme la copa que sólo suelo beber en “Lust”.
 
El estilo de la música cambia de repente, la que está sonando ahora es más relajada, más de bailar en pareja, no las típicas lentas de los enamorados ¡noooo por dios! Más bien tipo salsa, bachata… no el chumba chumba que estaba sonando antes. Carlos, uno de los chicos, se acerca y me invita a bailar, cogiendo su mano, me pongo en pie y me lleva al centro de la pista. El tío se mueve bien, se nota que le gusta esta clase de música, pero la verdad que a mi, como que no me da más porque ya sabéis que bailar no es lo mío. Por fin la canción termina y, cuando creo que soy libre para volver con los demás, alguien coloca una mano en el hombro de Carlos y dice…
 
¿Te importa que baile con ella colega?…