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jueves, 3 de septiembre de 2015

R.D.C. ÉL

 
 
 
 
 
 
 
El taxi me deja en una zona apartada de la ciudad, en una finca impresionante. Tengo ante mi, una casa de estilo victoriano imponente. Está claro que los responsables de organizar las reuniones, no escatiman en gastos a la hora de escoger los lugares donde celebrar dichas reuniones. Estoy algo nerviosa y, me tomo mi tiempo antes de decidirme a traspasar la enorme puerta de madera. Apenas se oye nada, solo las notas musicales de una canción que desconozco. Por primera vez esa noche, la mujer seria y responsable que hay en mi, se pregunta si estoy haciendo lo correcto, a la que la morbosa “Reina de corazones” contesta un «si» rotundo sin ni siquiera pararse a pensar.
Sin más tiempo que perder y con el antifaz cubriéndome la cara, llamo a la puerta. Me abre un chico alto y fuerte, vestido de negro y con una máscara de color verde botella. Le doy los datos correspondientes y en cuanto los verifica, se hace a un lado para dejarme pasar. En el recibidor, hay varias personas, una chica vestida de verde botella y con el antifaz negro (al revés que el chico de la puerta), me mira. Lleva un pinganillo en la oreja y habla con alguien mientras se acerca a mi. Cuando está a mi lado, me sonríe y me conduce a una de las puertas que permanecen cerradas. Antes de cruzar dicha puerta, respiro hondo para calmar mis nervios, y para olvidarme quien soy realmente. Quiero disfrutar de la noche igual que lo hice la primera vez.
En la habitación en la que estoy ahora, todo es de color dorado y verde botella, incluida la barra del bar. Varias personas dejan sus conversaciones a medias para mirarme y eso me incomoda un poco. Nunca me gustó ser el centro de atención. Parándome a pensarlo detenidamente, a quien no le gusta ser el centro de atención es a Olivia, no a “La reina de corazones”. Así que, sonrío y con una seguridad que en realidad no siento, me dirijo a un extremo de la barra. Por lo que veo, el camarero tiene buena memoria, porque sin que yo le diga nada, me pone un bombay sapphire con naranja. Le doy las gracias y mientras le doy un sorbo a mi bebida, paseo la mirada por el salón varias veces intentando distinguir entre la gente a Hércules. Una de esas veces, reparo en un hombre que está relajadamente sentado en un sillón. Tiene una copa en la mano y juraría que él también me está mirando. Va vestido de negro y lleva un sobrero a lo Humphrey bogart en casa blanca de color rojo que me hace sonreír. Sin cortarme un pelo, lo miro descaradamente y reparo en su boca. Una boca sensual, de labios gruesos, carnosos y muy tentadores. Aparto la mirada durante un segundo, preguntándome «quién será él y, si alguna vez tendré la posibilidad de saborear esos labios». Solo de imaginar esa boca sobre la mía, me enciende y agita mi interior. Vuelvo a darle un trago a mi bebida, e intento que mis ojos miren en la dirección contraria a la que él se encuentra, sin conseguirlo. No sé si es ese aire misterioso que lo envuelve, o su penetrante mirada posada sobre mi, pero sin que yo pueda evitarlo, mis ojos vuelven a él una y otra vez.
¿Qué estás mirando con tanto interés? —Sobresaltada por la pregunta, me giro y veo a Hércules junto a mi. Estaba tan concentrada observando al hombre misterioso que ni siquiera había reparado en su presencia.
Hola —respondo nerviosa—. Miro con interés todo lo que me rodea…
¿Seguro qué no mirabas a alguien en particular? Me pareció verte muy concentrada en el caballero del sombrero rojo.
Puede ser… ¿Le conoces?
Si. Es Jack Sparrow, un tipo misterioso y borde que viene a las reuniones de vez en cuando. ¿Quieres conocerlo?
No, solo sentía curiosidad…
Sabes que la curiosidad mato al gato ¿verdad?
Ja, muy gracioso…
¿Has venido sola?
Cielo, yo siempre vengo sola… —Vaya, por fin sale a flote mi yo atrevida y descarada. Empezaba a dudar si ésta había decidido quedarse en el hotel.
¿Te importa si te hago compañía?
¿Importarme? Al contrario. Tu compañía siempre es bienvenida —le guiño un ojo con picardía.
¿Nos sentamos? —Miro con horror que Hércules señala el sofá que está justo en frente del hombre que ha estado calentando mi imaginación hasta hace un rato. Después de haber estado jugando con él a las miraditas, ¿no sería muy atrevido por mi parte sentarme en el sofá de enfrente con otro? ¿No creerá que le estoy provocando? ¿O será una manera de ponerme a prueba por parte de Hércules para saber hasta que punto estoy interesada en ese tipo? Resuelta, decido dejar de hacerme preguntas estúpidas y simplemente dejarme llevar. No estoy aquí para cuestionar nada, solamente para disfrutar. Y eso es lo que voy a hacer.
Con la mano de Hércules apoyada en mi espalda, caminamos hacia el sofá. Nos sentamos y conversamos. La mirada penetrante de ese hombre, me pone nerviosa y a duras penas consigo seguir el hilo de la conversación de mi acompañante. Él, sabedor de que estoy más pendiente del tío de enfrente que de él sonríe…
Parece que él también está muy interesado en ti ¿no crees?
¿Quién? —Pregunto para disimular.
Oh vamos… Sabes de sobra de quien te hablo…
¿Podemos irnos a otra habitación?—Propongo—. Es que sus miradas me ponen demasiado nerviosa… —Hércules asiente, y cogiéndome de la mano, salimos de allí.
Recorremos un pasillo poco iluminado hasta llegar a otra puerta. Una vez dentro, dejo que me guie al centro del salón, donde un grupo de gente con escasa vestimenta charla animadamente. Hércules me presenta a varias personas. Una de ellas, una mujer impresionante que parece conocerlo bastante bien, y que me presenta como “Bella”, se acerca a mi y me da un beso en los labios. Es la primera vez que dejo que una mujer me bese, y para mi asombro, la calidez de esos labios me gustan.
Tu acompañante es preciosa Hércules, ¿está de paso? —Pregunta ésta acariciándome el rostro.
No, Reina es nueva en el club. Esta es su segunda reunión… ¿Te gusta eh?
Mucho. —Sin decir una palabra más la mujer se aleja, dejándome con una sensación rara en la boca del estómago.
Pedimos otra copa, y mientras nos la bebemos él me va contando chismes de la gente que nos rodea, de tal manera que consigo olvidarme por completo del tipo del sombrero rojo.
Me río un montón con Hércules. Es muy gracioso y me hace sentir muy cómoda en su compañía. Me gustaría hacerle muchas preguntas, pero la mayoría son personales y las normas del club lo prohíben, así que me quedo con las ganas de saber más de él. Me pide que le cuente como me sentí después de nuestro juego en Albany, y cuando respondo, lo hago con total sinceridad.
Me gustó muchísimo la experiencia, tanto, que ya ves que he vuelto buscando más…
¿Alguna vez te has acostado con mujeres?
No, nunca. Mi experiencia sexual es bastante limitada y estoy aquí precisamente para cambiar eso.
Entonces, supongo que estás abierta a todo ¿verdad?
¿Vas a proponerme algo?
Bueno… Te habrás dado cuenta que Bella está muy interesada en ti. Tanteaba el terreno para saber si estarías dispuesta a jugar con los dos. Ya sabes… un trío.
¿Puedo pensármelo?
Puedes. Aunque yo te aconsejaría que simplemente te dejaras llevar. Reina, estás aquí para disfrutar y, te prometo que los tres lo disfrutaríamos mucho…
Mi imaginación que es muy morbosa, va dejando imágenes en mi mente de lo que Hércules me propone. Veo a esa impresionante mujer acariciándome los pechos mientras él lame mi cuerpo con lentitud y, veo la lujuria reflejada en mi cara. Me pongo tan cachonda, que empiezo a notar la humedad en mi entrepierna. ¡Joder, qué jugarretas me hace pasar mi imaginación! Obligo a ésta a volver al presente, de lo contrario acabaré teniendo un orgasmo aquí mismo.
¿Y bien? ¿Te apetece que juguemos los tres?
Si —contesto segura—. Me apetece muchísimo.
Perfecto. Voy a hablar con Bella.
Me quedo sola, dando pequeños sorbos a mi copa mientras Hércules la busca a ella. Y entonces lo noto. Un escalofrío recorre mi espina dorsal. Sé que él está aquí, siento sus ojos posados en mi y no me gusta tener esa sensación de sentirme observada. Paseo lentamente la mirada por el salón y lo veo apoyado en el extremo de la barra. Tiene las manos metidas en los bolsillo de su pantalón y me mira tan intensamente, que me estremezco. ¡Joder, me tiene hipnotizada! Solo consigo apartar mis ojos de los suyos cuando una mano cálida me acaricia el hombro. Me giro y ahí está Bella, encantada de que esta noche, yo, esté dispuesta a jugar con ella. Los tres juntos nos disponemos a salir del salón, y solo cuando estoy cerca de la puerta, me atrevo a volver a mirarlo. Pero él, ya no está allí.
Subimos a la planta de arriba y en silencio recorremos un largo pasillo hasta llegar a nuestro destino. Hércules abre la puerta con una llave dorada que saca de su bolsillo, y se hace a un lado para dejarnos pasar.
Vuelve a llamarme la atención la enorme cama que hay en el centro de la estancia. Esta vez cubierta con sábanas de raso en color verde botella. La voz de Aretha Franklin cantando “I Say little prayer”, llega a mis oídos. Me gusta el soul. Y me gusta esa sensación que empieza a despertarse dentro de mi. Me desnudo ante las miradas de satisfacción de mis compañeros de cama. Ellos me siguen y también se quitan la ropa. Se colocan a mi lado, una a la derecha y el otro a la izquierda. Empieza el juego.
Bella me besa, desliza su lengua dentro de mi boca, y junto con la mía bailan una danza que me excita. Hércules está detrás de mi, pegado a mi espalda, acariciándome los pechos y estrujándome los pezones de tanto en tanto. Noto su erección sobre mi, juguetona, pidiendo guerra, y yo, me restriego sin ningún tipo de pudor contra ella haciéndolo gemir. Bella, baja una mano lentamente hasta llegar al foco de mi necesidad. Estoy húmeda y caliente. Introduce un dedo dentro de mi, y lo mueve, dentro y fuera, una, dos, tres… ¡Dios me encanta lo que me están haciendo!
Ésta se pone de rodillas y, mientras su dedo sigue dentro de mi, siento su lengua entre mis muslos. La enrosca en mi clítoris y tira de él con fuerza. ¡Joder, que buena es…! Pongo una de mis manos en la cabeza de Bella, pegándome más a su boca y con la otra mano cojo la polla de Hércules. La muevo arriba y abajo, con fuerza. Nuestras respiraciones agitadas y nuestros gemidos, han conseguido que la voz de Aretha quede muda en la habitación. Oírnos me pone a cien.
Bajo la vista hacia ella y la veo masturbase a la vez que obra todas esas maravillas en mi cuerpo con sus dedos y su lengua. Esa visión hace que empiece a notar el orgasmo en los dedos de mis pies, estoy a punto de correrme. En cuestión de minutos, y prácticamente al unísono, los tres nos dejamos ir. Y el juego continua... Y yo, pierdo la noción del tiempo que paso dentro de este cuarto dejándome follar de mil maneras distintas, y teniendo orgasmos brutales.
Cuando nos parece que ya hemos tenido suficiente, nos duchamos, nos vestimos, y los tres abandonamos la habitación completamente agotados. Me tomo una última copa con ellos en el salón de abajo y poco tiempo después me despido, prometiéndoles que volveremos a vernos...