viernes, 9 de octubre de 2015

R.D.C. FILADÉLFIA

 
 
 
 
 

Tengo los nervios instalados en mi estómago desde el miércoles por la noche cuando al llegar a casa y abrí el buzón, vi la invitación para la nueva reunión del “Lust”. Esta vez, será una reunión distinta porque será temática. Los organizadores, han decidido que mañana sábado, la antigua Grecia esté ubicada en un ático en el edificio “Comcast Center”, que antiguamente era un hotel o algo así, y ahora es prácticamente el centro de operaciones de la compañía de televisión “comcast”.
 
Esta vez, viajaré en mi coche, el trayecto apenas dura dos horas y me apetece conducir. Además, no será necesario que reserve habitación en ningún hotel porque saldré mañana por la mañana temprano y no tengo intención de quedarme a pasar la noche. Aunque bueno, pensándolo bien, una nunca sabe lo que puede pasar y quizá lo conveniente sería buscar algo cerca por si las moscas.
 
Después de comer, como tengo tiempo, busco por internet una tienda de disfraces para poder alquilar algo para la reunión. La invitación pone que la vestimenta para esa noche es optativa, que no es obligatorio acudir a la reunión vestida de griega, pero que leches, ya que se hace una fiesta temática, que menos que presentarse con un buen disfraz ¿no? Pero tras mirar varias páginas, no veo nada que me satisfaga y mi estado de ánimo decae un poco, me haría mucha ilusión ir vestida de griega a la reunión, pero por lo que veo, va a ser que no.
 
  Una vez terminada la jornada laboral, me despido de mis compañeros en la calle. Rebeca insiste para que esta noche me reúna con ellos en la cervecería “Indiana”, pero le contesto que tengo cosas que hacer y, omito comentarle que el fin de semana estaré fuera, para tener que ahorrarme un interrogatorio de tercer grado el lunes en la oficina.
 
  Pensativa, camino hacia casa, y entonces recuerdo que en las vacaciones pasadas, me compré en Ibiza ( España ) una camisola de raso blanco y que nunca me he puesto que podría servirme para la fiesta temática. Es lisa sin ningún tipo de adorno y creo recordar que se anudaba en el hombro izquierdo y dejaba prácticamente toda la espalda al descubierto. Si, cuanto más lo pienso, más me convenzo de que sería un vestido de griega muy sexy.
Ya en casa, busco dicha camisola y me la pruebo. Me queda bien, pero no acaba de entusiasmarme, le falta algo… Busco en los cajones de la cómoda por si pudiera tener algo olvidado en ellos que pudiera servirme como complemento, y siii, tengo un fular de lentejuelas rojo que el amigo invisible me regaló en las navidades pasadas en la oficina. Me pongo frente al espejo y me lo coloco en la cintura a modo de fajín y me gusta. Con los zapatos de tacón rojo y con unos pendientes del mismo color, será el atuendo perfecto para la reunión.
 
Saco la mini maleta de viaje del armario, y dispongo en esta todo lo necesario para el fin de semana. Una vez listo y ya más animada porque por fin podré ir como quería a la reunión, me relajo en el sofá.
 
Lo cierto es que estoy ansiosa porque llegue mañana, no veo la hora en ponerme al volante y conducir hasta Filadélfia. Siento la imperiosa necesidad de salir de Manhattan y olvidarme de todo, aunque solo sea por un día. Desde el martes por la noche, no he vuelto a saber nada del señor “soy un ogro” y probablemente sea ese el motivo de que esté más tranquila, tanto que no he malgastado ni un minuto de mi tiempo en pensar en él. Hasta ahora. También puede ser que el que no haya pensado en él se deba a que mi mente estaba totalmente ocupada en preparar el fin de semana, aunque quiero creer que realmente lo que él haga o deje de hacer me importa una mierda.
 
Como no tengo sueño debido a los nervios y a la excitación por la reunión de mañana, decido pintarme las uñas de los pies de rojo pasión, para que hagan juego con el color que me podré en los labios mañana por la noche. Por cierto… ¿Irá jack Sparrow a la reunión de mañana? ¡Dios, mi cabeza empieza a imaginarse a ese misterioso hombre vestido de griego y me entran sofocos! Ojalá vaya, y ojalá quiera jugar conmigo toda la noche…
 
El sonido del teléfono me saca de mis pensamientos eróticos. Suena en alguna parte, pero no tengo ni idea de dónde coño lo he dejado. Extrañada porque alguien me llame a estas horas, lo busco como una loca sin dar con él. ¿Dónde narices lo habré puesto? Vuelve a sonar y esta vez me quedo quieta con la intención de distinguir bien de donde viene el sonido. Asomo la cabeza en mi habitación y ¡bingo! El teléfono está encima de la cómoda, pero ya ha dejado de sonar. En cuanto lo cojo para ver de quien es la llamada perdida, me entra un mensaje del contestador y lo escucho.
 
«Olivia por favor, coge el teléfono, solo quiero disculparme por mi comportamiento del martes y no me parece correcto hacerlo mediante un mensaje de voz».
 
El cosquilleo que su voz provoca en mis terminaciones nerviosas me alucina y me asusta a la vez. ¿Qué leches significa esto? No quiero pensar la respuesta porque saberla también me asusta. ¿De verdad querrá disculparse, o solo sera una estratagema para que conteste a su llamada? Lo cierto es que, si no le he contestado, no ha sido porque no haya querido, si no porque no sabia dónde estaba el puto teléfono. Cuando vuelve a sonar y veo que es él otra vez, no me lo pienso y contesto.
 
Señor Dempsey… —Digo de mala gana.
Olivia, no cuelgues hasta que no haya terminado de hablar ¿entendido? — Mal empezamos, está claro que dar órdenes es lo que mejor se le da. ¿Está nervioso, o me lo parece a mi? Oigamos lo que tiene que decir, quizá este sea un buen momento para que yo empiece a jugar.
Soy toda oídos Daniel… —Si, le he tuteado, mi intención es dejarlo un poco descolocado. Y parece que lo consigo, porque tarde un buen rato en volver a hablar. Oigo un suspiro prolongado al otro lado de la línea.
Olivia, he estado dándole vueltas a lo que me dijiste el martes en tu casa y tienes toda la razón. Soy un cretino arrogante, y engreído. Estoy acostumbrado a que la gente me bese el culo, y a que las mujeres me hagan ojitos y se rindan a mis pies en cuanto me cruzo en sus caminos. Pero llegas tú, con tu uniforme de señorita Rotenmeyer, con tu ironía, con tu lengua mordaz, con tu mirada desafiante, con toda ese aura de ángel o demonio que te rodea, y me desarmas, te juro que me desarmas. Y entonces empiezo a desearte, a querer que te fijes en Daniel y no en el señor Dempsey, a querer que, aunque sea solo por una vez, me des la oportunidad de mostrarme ante ti como realmente soy. Pero eres tan cabezota, y estás siempre tan a la defensiva, que solo consigo que me prestes atención cuando soy borde contigo. Me encanta cuando te enfrentas a mi, cuando demuestras no tenerme ningún miedo por ser quien soy, me encanta lo apasionada que eres en nuestros enfrentamientos. Sé que sonará fatal lo que voy a decirte, pero quiero ser sincero contigo. Ridiculizarte y humillarte, me da placer, porque en esos momentos, toda tu atención está puesta en mi y en nadie más. —Se queda callado, y yo, pues que queréis que os diga, decir que estoy a punto de que me de un parraque es quedarse corta. Joder, no tengo palabras para explicar lo que en estos momentos pasa por mi cabeza.— Lo siento, de veras que siento haberme comportado así contigo, y entiendo perfectamente que creas que soy la peor persona del mundo, estás en todo tu derecho porque así te lo he demostrado. Te prometo que no volverá a ocurrir, nunca más volveré a molestarte. Solo espero que algún día puedas perdonarme. Y ahora, como ya he dicho todo lo que tenía que decir, puedes colgar. —Y lo hago, corto la llamada sin decir ni mu.
 
Pues si, cuelgo el teléfono, porque sinceramente no tengo ni idea que contestarle, su parrafada me ha dejado fuera de bolos y ahora mismo no sé ni que pensar y es obvio que tampoco sé que decir. ¿Serán ciertas sus palabras? Joder, tengo la cabeza echa un lío. Quiero creerle cuando dice que no volverá a ocurrir, pero le conozco tan bien que estoy completamente segura que no cumplirá su promesa. ¿Quiero yo que la cumpla? Pues no sabría que decir…
 
En la cama no paro de dar vueltas, sus palabras vuelven a mi cabeza una y otra vez y que queréis que os diga, me siento mal por haberle colgado el teléfono sin haber dicho nada de nada, así que decido enviarle un mensaje de texto para aliviar mi conciencia.
 
«Hola. Sé que ha sido grosero por mi parte colgarte sin más, la verdad que no esperaba que me dijeras todas esas cosas y no supe que decir. Ahora más tranquila y después de haber meditado en ellas, te doy las gracias por haber reconocido que tu comportamiento conmigo no fue el correcto, aunque a ti te cause placer, a mi me hace daño. Quiero creerte cuando dices que no volverá a ocurrir, pero perdoname que lo dude ( te conozco demasiado bien ), y sé que a la mínima de cambio volverás a las andadas, tengo claro que para ti, esto es un juego más, y quiero que tu tengas clara una cosa, que yo, soy una contrincante dura de pelar y que no daré mi brazo a torcer, así que si quieres seguir jugando, prepárate para perder, porque conmigo no tendrás ni la más mínima oportunidad de ganar». —Releo el mensaje, y al hacerlo, soy consciente de que prácticamente lo he desafiado a seguir jugando, ¿cogerá él el guante que le he lanzado? Espero que si, porque lo cierto es que me encanta jugar. Le doy a la tecla de enviar y ya no hay marcha atrás.
 
El sábado por la mañana conduzco hasta Filadéldia dejando atrás todos mis malos rollos,dispuesta a disfrutar de lo que está por venir. Llego sobre las doce de la mañana al pequeño hostal que está cerca del edificio “Comcast Center”, y una vez que dejo mis cosas en la modesta habitación, salgo a dar un vuelta por esta maravillosa ciudad. Pero no lo hago como Olivia Murray, si no como “La reina de corazones”, he creído conveniente que Olivia también se quedará en Manhattan, ella solo conseguiría minarme la moral con sus comeduras de tarro.
 
Disfruto de una ensalada de pasta en la terraza de un precioso restaurante, y mientras me tomo una infusión de menta, empiezo a plantearme la posibilidad de que sea yo misma, la que se acerque al hombre misterioso esta noche en el caso de que él estuviera en la reunión. ¿Seré capaz de hacerlo? Quizá como olivia Murray no me acercaría a él ni de coña, pero ¿qué me decís de “La reina de corazones”? ¿Conseguirá mi otra yo que Jack Sparrow me siga el juego? Ver veremos dijo un ciego…