Entradas populares

viernes, 23 de octubre de 2015

R.D.C. VIERNES

 
 
 
 
 


Antes de pasarnos por la cervecería donde nos esperan el resto de compañeros, Rebeca y yo, decidimos cenar algo en la pizzeria que hay cerca de mi casa. Ambas compramos un par de porciones de la pizza mejicana y nos sentamos en unos taburetes altos que hay junto a la ventana para comerlas, para beber, en mi caso pepsi light y en el de ella cerveza. Hoy, vengo más que preparada a no dejarme convencer para que beba como una cosaca. No es que no vaya a tomar una copa, pero de ahí a pillar la torrija de la última vez… como que no.
 
Mi dicharachera compañera, me habla por primera vez de la relación que tiene con nuestro compañero Paul. Empezó hace poco más de un mes y los dos están pilladísimos, pero no quieren contarlo en la oficina por miedo a que a alguno de los dos lo echen del trabajo, por eso mantienen las distancias cuando estamos todos juntos. ¿Así tendría que ser en el caso que el señor “soy un ogro” y yo nos enamorásemos? ¿Tendríamos que mantener las distancias en nuestro puesto de trabajo? Si, probablemente si. En nuestro contrato laboral, hay una clausula que dice que están prohibidas las relaciones personales entre compañeros de un mismo departamento, dicen que porque el rendimiento baja considerablemente y eso, pero yo no me lo creo, es absurdo. Esa clausula, fue idea de Bruce cuando él dirigía la empresa. Es el hermano mayor del señor Dempsey, tengo entendido que era un picha brava de mucho cuidado, que se liaba con todo aquello que tuviera falda y un buen par de tetas. De hecho, creo que también tuvo algún que otro percance por liarse con secretarias y demás. Incluso corrieron rumores de que lo había denunciado por acoso sexual. De ahí que añadiera la clausula de las relaciones en los contratos laborales. Gracias a Dios que él ya no está en la empresa, no físicamente, pero sigue apareciendo en los papeles importantes de la empresa como director ejecutivo, menudo paripé.
 
Salimos de la pizzería pasadas las diez de la noche y con paso tranquilo nos encaminamos a la cervecería Indiana. Miro el teléfono antes de entrar por la puerta, y ahí está, el sobre parpadeando. Dudo si mirarlo ahora o por el contrario esperar a llegar a casa para hacerlo. Al final, me puede la curiosidad y le digo a Rebeca que me espere dentro para poder hacerlo tranquilamente. Hay dos mensajes de él, ¿de quién si no?
 
MENSAJE 1

«Buenas tardes nena, ¿cómo te ha ido el día? Yo aún estoy metido en la oficina enredado con un montón de papeleo. Estoy deseando que llegue la noche para poder seguir con lo que dejamos ayer a medias».

MENSAJE 2

«Hola. Avísame cuando estés en casa, estoy ansioso por jugar contigo, ya me entiendes… Me gustaría mucho oírte jadear y susurrar mi nombre, nada de señor Dempsey, simplemente Daniel. ¿Crees que podrá ser posible Olivia? ¿Serás lo suficientemente valiente esta noche para continuar dónde lo dejamos ayer y llegar hasta el final? Dime que si nena...»
 
 
¿Qué le diga que si? Uf, no sé si seré capaz. Aunque pensándolo bien, ¿por qué no? Puedo decirle que si, y tenerlo esperando toda la noche, eso le cabrearía bastante y posiblemente su calentura descienda unos cuantos grados. Seguro que mañana me arrepentiré de esto, pero, ¿qué puede haber de malo en ser un poco malota?
 
 
«Hola, estoy a punto de meterme en la ducha, te lo digo para que vayas poniéndote a tono y te imagines el agua resbalando por mi piel, mis manos acariciando mi cuerpo mientras me enjabono… ¿podrás esperar a que salga de la ducha, o será demasiado tarde? Estoy deseando ver lo que eres capaz de hacer Daniel, hoy no habrá vuelta atrás… Espérame.»
 
 
Nerviosa por lo que voy a hacer, y sabiendo las consecuencias que ello me acarreará lo envío. Cuando vea que pasa el tiempo y que no doy señales de vida, se pillará un cabreo de mil demonios, pero que mas da. Está muy equivocado si piensa que voy a dejarme llevar, si si, ya puede esperar sentado. Un nuevo sobre, vuelve a aparecer en la pantalla del teléfono. Lo leo.

«¿Me lo prometes nena? ¿Me prometes que será esta noche?»

¿Qué si te lo prometo? ¡Claro hombre, ahora mismo!

«Te lo prometo Daniel...»
 
 
Consciente de que acabo de hacer una pequeña travesura, pongo el móvil en silencio para no oírlo el resto de la noche y lo guardo en el bolso. Entro en la cervecería con una sonrisa de oreja a oreja. «Ay señor Dempsey, no sabe usted lo larga que se le hará la noche—pienso.» Voy hasta el fondo del bar, que es donde sé que estarán mis compañeros y busco a Rebeca con la mirada. Saludo a Paul, a Katty, y al resto de compañeros y, cuando miro hacia la barra, la sonrisa se borra de mi boca en cero coma. Rebeca está allí, apoyada en la barra, riéndose a carcajada limpia de algo por lo visto muy gracioso que nuestro queridísimo jefe le está contando. ¡Joder, que poco dura la felicidad en casa del pobre! «Creo que acabas de cagarla otra vez Olivia—me digo mosqueada».
 
Los observo disimuladamente y, veo como el sin dejar de hablar con mi amiga, saca el móvil del bolsillo de atrás de sus vaqueros y lo mira. Se dibuja en su cara una sonrisa, que me deja temblando, acaba de leer la contestación a su mensaje, y me doy cuenta que me acabo de meter en un buen berenjenal. Entonces Rebeca me ve y me hace un gesto con la mano para que me acerque pero que yo, por supuesto ignoro, ¿acercarme? ¡Ja, y una mierda!
 
Él, mira hacia donde yo estoy, y vuelve a mirar a mi amiga como si nada, de repente vuelve a girarse y sus ojos me escudriñan. ¡Si chato, soy yo! ¿No me habías reconocido eh? Coge la cerveza que tiene apoyada en la barra y con paso lento se acerca, hasta colocarse justo frente a mi. Rebeca nos mira a ambos con mucha curiosidad, con lo cotilla que es, como para perdérselo. Lo que me extraña es que no se haya acercado para poder oír también la conversación.
 
¿Olivia?
Señor Dempsey…
Hace dos minutos era Daniel, ¿y ahora vuelvo a ser el señor Dempsey?—Me quedo callada. Acerca su boca a mi oído y susurra—. Estás realmente espectacular nena, no esperaba verte por aquí...—¡Si claro, y voy yo y me lo creo!—Te lo digo totalmente en serio, tenía pensado pasarme más tarde por tu casa, ya sabes… para terminar lo que empezamos anoche.
¿Qué haces aquí?—«Eso es lo único que se te ocurre preguntar mema?—Me regaño».
He venido a pasar el fin de semana, no había nada interesante que hacer en San Francisco, en cambio aquí tenía algo pendiente. Ya me entiendes…
¡Si claro! —Contesto con sorna.
¿No irás a echarte atrás verdad nena? Me lo prometiste.
Siempre puedo cambiar de opinión…
¿Reculando otra vez Olivia? Que pena que solo tengas un par de ovarios cuando estoy lejos…
¿Por qué no vas a jugar una partida al billar con los chicos y dejas de incordiarme?
Aunque cambies de tema y, quieras mantenerme alejado, no vas a conseguir que me olvide de tus promesas, son demasiado apetecibles. Ayer me colgaste el teléfono con una excusa absurda, pero hoy no te librarás de mi tan fácilmente.—Me guiña un ojo y se va con el resto del grupo.
 
 
Dejo salir lentamente el aire contenido en mis pulmones y miro a Rebeca que sigue en la barra, ahora acompañada de Paul. ¿Y si cojo mis cosas y me largo? ¿Y quedar cómo una cobarde? ¿Puedo quedarme y controlar esto? ¿Puedo mantener a Daniel alejado de mi? No, claro que no. No dejará de tocarme las pelotas el tiempo que estemos aquí. Y ademas, si me fuera a casa, ¿de qué me serviría? Sabe de sobra donde vivo, sé con certeza que no tardaría mucho en presentarse en la puerta de mi casa y reclamar lo que le he prometido. Pero si yo me niego, ¿no será capaz de obligarme no? «¿Y que es lo que quieres tu Olivia?—Me pregunto. Por primera vez desde que empezamos este juego, me planteo seriamente lo que yo quiero. ¿Y si me acuesto con él esta noche y terminamos con esto de una puta vez? Seguramente, una vez conseguido por su parte lo que quiere, pierda el interés en mi y pueda seguir con mi vida tranquilamente. ¿Podré yo seguir con mi vida como si tal cosa? ¿Y por que no? Si lo hago cuando voy a las reuniones del “Lust”, ¿por qué no voy a poder hacerlo ahora? ¡Joder, menudo cacao mental me traigo!
 
Pasan un par de horas sin que el jefe se acerque a mi para nada, aunque sus sus ojos me siguen allí a donde vaya. Estoy tranquila, relajada y pasándomelo bien, excepto cuando nuestras miradas se cruzan y, entonces recuerdo que tenemos algo pendiente. Katty y Rebeca, están en el escenario cantando un tema de roxette, “Listen to your heart” en el karaoke. ¿La cabrita de mi amiga la habrá escogido aposta? Si, apostaría mi mano derecha y, no la perdería, a que esta canción va con segundas. La muy arpía no deja de mirarme con el micrófono en la mano, y por si fuera poco, el señor “soy un ogro”, se acerca a mi y me invita a bailar. ¿Bailar yo? Ups, va a ser que no, soy demasiado patosa para eso, así que me escabullo como puedo y me escondo en el baño, por lo menos hasta que termine la maldita canción. Cuando salgo, casi me da un soponcio al ver a mi jefe apoyado en la pared con los brazos cruzados sobre el pecho, esperándome.
 
¿Ahora eres mi guardaespaldas?—Le increpo molesta poniendo las manos en las caderas.
Llevo toda la noche esperando esta oportunidad… —Dice acercándose a mi con mirada felina.
¿Oportunidad para qué?
Para esto… —Me coge por la cintura con una mano, me acerca a él, apoya su mano libre en mi nuca y baja la cabeza, hasta que sus labios, rozan los míos con delicadeza, con ternura. Incapaz de impedírselo ( porque no quiero hacerlo ), entreabro mis labios para que su lengua su una a la mía y, nos fundimos en un beso apasionado y cargado de deseo.
 
 
Nos besamos hasta que nuestras respiraciones se agitan, y entonces nos damos cuenta que ya no basta solo con besarnos, ambos queremos llegar al final. Entonces, se separa de mi, me acaricia el rostro y se va, dejándome otra vez con ganas de más. Frustrada, vuelvo con los demás, no veo a Daniel por ningún lado, así que decido que ese es el mejor momento para largarme. Sin perder ni un minuto más, me despido de Rebeca y los demás compañeros y regreso a casa.
 
Pero cuando llego a casa, me quedo patidifusa al verlo en la entrada del edificio esperándome.
 
¿Creías que iba a ser tan fácil librarte de mi…?