miércoles, 27 de enero de 2016

R.D.C ¿LA HORA DE LA VERDAD? PARTE I




En estado de shock, así me encuentro desde el instante en que abrí la caja y vi lo que había en su interior. A penas soy consciente de que Rebeca me lleva de la mano al pasillo. Lejos de las miradas indiscretas y ávidas de saber por qué de repente se me ha quedado esa cara. La posibilidad de que todo esto fuera una broma de mal gusto, por parte de mi amiga, queda descartada. La pobre se ha quedado tan alucinada como yo. Lo que significa, que solo hay una persona que pueda tener algún interés en que yo reciba este regalo. ¿Llegó la hora de la verdad? Puede ser…
Olivia, me estás asustando…
Tranquila, estoy bien. Es solo que…
¿No vas a abrir el sobre y ver lo que hay dentro?—Cojo el sobre del interior de la caja. Sinceramente, no me atrevo a leerlo—. ¿Quieres qué lo haga yo?
Gracias Rebeca, pero esto es algo que solo puedo hacer yo—. Abro el sobre con el corazón martilleando en mi pecho. Lo leo. Podría distinguir esa caligrafía entre un millón. Estoy harta de tenerla delante de mis narices. La certeza de saber a quien pertenece, derrumba mi existencia como un castillo de naipes arrasado por un simple soplido
«Ponte el antifaz y sube a la azotea»

¿Qué dice? ¡Por el amor de Dios Oli, di algo!
Que me ponga el antifaz y suba a la azotea.
¿Vas a hacerlo?
Por mucho que me pese, debo hacerlo. Quiero saber de una vez por todas la verdad. Aunque esa verdad duela y destroce mi vida, debo hacerlo. Acabar de una maldita vez con la incertidumbre de saber si será o no será. Acabar de una maldita vez con esta historia que está consiguiendo volverme loca.
¿Estás segura?
—Completamente—la miro a los ojos, y en su mirada puedo ver perfectamente la preocupación.

Saco de la caja el antifaz, pero no me lo pongo. No lo haré. Yo no necesito esconderme detrás de una máscara para afrontar la realidad. Le entrego la caja a Rebeca y ésta, me acompaña hasta el ascensor en silencio. Un silencio incómodo y cargado de tensión por lo que está a punto de suceder. Mientras esperamos a que el ascensor baje, ella coge una de mis manos y la aprieta, transmitiéndome con ese gesto algo de fuerza y valor. Lo necesito.

Olivia, prométeme que pase lo que pase ahí arriba, no cometerás ninguna locura. Que pensarás antes de actuar.
No puedo prometer eso Rebeca. Nunca pienso antes de actuar. A estas alturas, ya deberías de saberlo.
Inténtalo por favor—se abren las puertas del ascensor y, ella me da un abrazo—. Estaré aquí esperándote, Olivia.
No lo hagas. Vuelve a la fiesta y diviértete—entro en el ascensor y pulso el botón que me llevará directamente a la cruda realidad.
Me paro frente a la puerta de la azotea. Tengo la palma de mis manos ligeramente húmedas. Los nervios se han apoderado de todo mi ser. Los nervios y el miedo. Miedo a lo que pueda oír a partir del momento en que cruce esa puerta. Miedo a lo que pueda sentir. Respiro hondo. Debo calmarme y mantener la mente fría. Debo hacerlo por mi bien, y por qué no decirlo, también por el de él. Roto el cuello a un lado y a otro. Dios, estoy a punto de saltar al ring y tener el peor combate de mi vida. Un combate que ya me ha dejado K.O antes de empezar. Apoyo la mano en la puerta y ésta, cede con facilidad. El aire frío de la noche, me golpea en la cara. Pero no es ese frío el que realmente me hace temblar. Que va. Es la imagen del hombre que de espaldas a mi contempla la ciudad con las manos en los bolsillos. El hombre que se gira en cuanto nota mi presencia allí arriba. El hombre al que amo con todas mis fuerzas. El hombre que me ha mentido durante estos meses ocultándome lo que ahora claramente ven mis ojos. Lo que mi subconsciente me gritaba desde hacía tiempo y, al que no presté la atención que se merecía. Tengo frente a mi a Jack Sparrow. Pero no al Jack Sparrow seguro y decido que estoy acostumbrada a ver en las reuniones. No. Tengo delante de mi a un hombre inseguro y nervioso. «Bienvenido a mi mundo»—pienso. Así es como me he sentido yo infinidad de veces a lo largo de mi vida. Se acerca lentamente a mi, mientras yo me quedo quieta. Conteniendo la respiración. Sin pronunciar ni una sola palabra.
Hola—dice en un susurro apenas audible—. No te has puesto el antifaz…
No.
¿Por qué?
Porque quiero que veas bien mi cara cuando me digas por qué me has mentido todo este tiempo—contesto con frialdad.
Entonces no tiene sentido que yo lleve puesta mi máscara.
Estoy aquí para eso ¿no? Para que de una vez por todas, te quites la máscara y me digas la verdad. Así que adelante. Soy toda oídos.
No vas a ponérmelo fácil ¿eh?
¿Debería?
No se por donde empezar…
¿Qué tal si empiezas por el principio?—Suspira resignado. Si. Llego la hora de la verdad.
Sinceramente, no puedo darte una explicación clara de por qué hice lo que hice. Ni siquiera yo mismo lo sé. Lo único de lo que estoy totalmente seguro es de que te quiero y, no quiero perderte.
He dicho por el principio Daniel, ¿O debería llamarte Jack Sparrow?
Está bien...Sabes que desde hace tiempo me gustabas, te lo dije en una ocasión, ¿lo recuerdas?—Asiento—. Aquella vez que te llamé pidiéndote perdón por mi comportamiento y asegurándote que no se volvería a repetir, iba en serio. Quería olvidarme de los sentimientos que empezabas a despertar en mi y, me prometí a mi mismo dejarte en paz. Anteriormente, había estado en Búffalo en una reunión del “Lust” porque Oliver había insistido en que fuera. Aquel día, vi por primera vez a la “Reina de Corazones”. Me sentí atraído por ella, pero no eras tú. Eso fue lo que pensé y, me largue de allí. Después pasaron cosas entre nosotros. Besos, miradas, mensajes… Por primera vez creí que me darías una oportunidad. Pero luego vinieron tus palabras. Duras, cargadas de odio y de rencor y me dije que tenía que acabar con aquello. No quería seguir haciéndote daño. Por eso te llamé, y después de esa llamada, me convencí de que la única manera de olvidarme de ti, era yendo al club y conocer a la chica que estaba causando sensación en las reuniones y tenía a mi amigo cautivado.
¿Cuándo supiste que era yo?—Pregunto.
Lo supe en Filadelfia.
Esa fue la primera vez que tu y yo…
Si.
¿Cuándo me invitaste a jugar, ya sabías quién era?—«Por favor, dime que no» Ruego.
Si. Cuando llegué a la fiesta, Os vi junto a la barra. Me acerqué. Tú estabas de espaldas y entonces vi el tatuaje. El mismo tatuaje que vi aquella noche en tu casa. En el mismo lugar y los mismos colores. Negro y rojo. Entonces lo supe. Supe que “La Reina de Corazones”, era Olivia Murray, la mujer de la que estaba enamorado. Sentí que por primera vez en mi vida, la suerte me había sonreído y, que los astros, se habían puesto de mi lado. Estaba tan eufórico por lo que acababa de descubrir, que lo único que atine a hacer, fue acariciarte la espalda para salir pitando segundos después. Mi conciencia, no dejaba de hablarme y decirme que lo que estaba pensando hacer, no estaba bien. Pero no pude resistirme. El deseo de tenerte era tan fuerte que te invite a jugar. Me dije que solo sería una vez, pero me mentí…
¿Por qué no me lo dijiste Daniel?
No lo se. Quería decírtelo, pero para ser sincero temía tu reacción y, pensé que más adelante te lo contaría todo. Quería que cuando lo supieras, estuvieras tan enamorada de mi, que todo ésto, quedara en una anecdota más que contar a nuestros nietos.
¿Y por qué ahora? Ya no estamos juntos…
Porque cada vez que entre tu y yo, surgen problemas, corres al club a buscar los brazos de Jack Sparrow para desquitarte…
Yo no hago eso Daniel.
Si que lo haces Olivia. Recuerda qué fue lo que hiciste el día después de tu cumpleaños. Recuerda con quién pasaste la noche en el aniversario del club y por qué. Exacto, sabes de sobra a lo que me refiero—nos quedamos en silencio unos segundos—. Pude callarme y, seguir ocultándome tras una máscara, pero estando tan cerca la fiesta de fin de año y, sabiendo con total seguridad que buscarías a Jack, preferí decirte la verdad arriesgándome a perderte para siempre, en lugar de seguir acostándome contigo en cada reunión. Quiero que la próxima vez que estemos juntos, lo hagas sabiendo la verdad.
No vamos a volver a estar juntos Daniel—digo con total seguridad—. Hace tiempo que tenía mis sospechas sobre ti. Estaba esperando tener mi oportunidad para desenmascararte. Esa oportunidad iba a ser en la fiesta de fin de año. Quería dejarte en evidencia delante de todo el mundo. Quería que todos supieran quién eras en realidad.
No te creo…
Pues es cierto, puedes preguntarle a Rebeca si quieres. Ella lo sabe.
¿Hubieras sido capaz de hacer algo así?
¡Oh si, claro que hubiera sido capaz! ¿Y por qué no? Tú me engañaste todo este tiempo sin tener en cuenta mis sentimientos. Una mujer engañada, decepcionada, y herida, es capaz de hacer cualquier cosa. Y yo, lo hubiera hecho sin dudarlo—me mira incrédulo—. ¿Sabes cómo me sentí cuándo las piezas empezaron a encajar en mi cabeza? ¡claro que no lo sabes! ¡Estos último meses han sido un infierno para mi Daniel! ¿Cómo decirle a la persona que amas, que te has acostado con su mejor amigo y con la mujer de éste? ¿Qué eres miembro de un club sexual? ¡Me devané los sesos buscando la manera de decírtelo! ¡Aún sabiendo que no tenías ningún derecho a reclamarme nada porque por aquel entonces tu y yo no estábamos juntos, aún así no quería hacerte daño!
Tú no eres mejor que yo Olivia. Tampoco fuiste sincera conmigo…
¡Oh no, no, no y no, por ahí si que no paso! ¿Cree el ladrón que todos son de su condición? ¡Y una mierda! No sé cómo se atreve siquiera a insinuarlo. Estoy empezando a perder los papeles y necesito calmarme. Pero va a resultar imposible si sigue por ese camino. No se lo voy a permitir. ¡No señor! Él observa mi ir y venir sin inmutarse. ¿Cómo puede estar tan tranquilo? ¿Es qué no tiene sangre en las venas? Joder, he mantenido el tipo todo este rato, pero no puedo más. Necesito gritarle. Sacar fuera esta rabia que me corroe por dentro. Necesito que sienta en su interior todo el daño que él me está haciendo sentir y, solo hay una manera de hacerlo…